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Vuelta de hoja

Interviú

Uno acaba sintiéndose entre impotente y huérfano ante el desastre de la desaparición de medios históricos. Me enteré de la desaparición de «El Adelanto» de Salamanca, un periódico más que centenario viviendo ya en Alcoy y en Alcoy lloré con un orvallo triste su muerte, mis noches de blanco en blanco y mis días de turbio en turbio aprendiendo en sus páginas con lo más granado del periodismo salmantino. Era la época de la letra menuda en que un periódico te duraba dos días. Ahora ha caído Interviú, una de las publicaciones más valientes y honestas que ha dado este país. Interviú nació de la mano de Antonio Asensio en el año 1976. Uno era entonces un chisgarabís desnortado arrastrando un saco de feromonas por la calle. Siempre estaba ojo avizor por ver cuándo reponían en el quiosco el ejemplar con la sana intención de regalarme la vista con las tetillas de turno. Recuerdo cuando sacaron al querube rubio, a Marisol. No podía apartar los ojos de aquellas turgencias que miraban al cielo retando a la gravedad, ni de esa mirada entre felina y beatífica. A la niña Marisol le habían salido tetas como al país le había salido el aperturismo. ¡Qué tiempos, cuando éramos modernos y lo políticamente correcto aún no se había inventado! Y por esas portadas fueron pasando semanalmente señoras más o menos famosas mostrando sus encantos y demostrando que la cosificación puede pasar a una más elevada y espiritual categoría, limpiando un poco la mirada, y convertirse en fino erotismo e, incluso, en arte. Eso pensé cuando se me pasaron los ardores juveniles y empecé a coger la revista con ambas manos. El pecadillo de Onán dio paso a una curiosidad casi avariciosa por unos contenidos alucinantes, descarnados, nunca vistos. Reportajes veraces que revolvían las tripas de un país que se desperezaba, muy poco a poco. Tetas, documentación y buena literatura periodística. Un cóctel explosivo. Daba tanto como para ir inculcando en la peña la idea de que el desnudo podía desvincularse, e incluso debiera, del sexo, como para calmar el prurito intelectual de mentes curiosas. No en vano por la revista pasaron monstruos de pluma afilada y pensamiento de vendaval, tales como Cela, Umbral, Vázquez Montalbán, Raúl del Pozo, Juan José Millás, Forges o Chumy Chúmez. Casi nada.

Tras el letargo de la dictadura, que había acallado voces y amordazado el pensamiento, saltó Interviú como un estallido a airear vergüenzas y a sopapear conciencias. Después de la castración, al periodismo le habían crecido unas turmas de colosales proporciones. Empezó el periodismo de raza, los documentales veraces, el jugarse todo en honor a la verdad. Ahora, después de cuarenta y tantos años, asistimos de nuevo a su obituario, a la muerte de la verdad sin ambages, a conformarnos con publicaciones (no todas, que aún quedan focos de resistencia) que se han vendido a este otro régimen dictatorial que padecemos a lo Huxley, sin darnos cuenta, a las verdades a medias, a las mentiras como azotes o a la literatura de salón y de eufemismo.

Cuando ya no quede nadie que diga la verdad, menester deontológico del periodismo, todos estaremos un poco muertos. Gracias a Interviú por tantos años de veracidad. Seguirá viva siempre en nuestra memoria. Amén.

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