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Desde el postiguet

Luis Prats

La sonrisa de Aznar

José María Aznar nunca ha destacado por su simpatía, ni por su don de gentes, nadie se lo imagina contando chistes, si acaso riéndolos con esos sonidos un tanto convulsivos. En sus mítines reían sus gracias algo forzados los entregados asistentes y no todos, cuanto más alejados del escenario menos carcajadas. Nada que ver, excepto el nombre, con aquel que ostentara el título de «la sonrisa del régimen» José Solís, a la sazón ministro franquista de talante jovial y apócrifo aperturismo, muy al contrario, nuestro cuarto presidente en democracia recuperada, siempre se ha caracterizado por su gesto adusto, su carácter displicente y sonrisa forzada, incluso en aquella instantánea para la posteridad, cuando junto a los mandatarios de los países más desarrollados descansaba sus pies en la mesa en gesto chabacano y prepotente.

La sonrisa de Aznar de hoy en día se da en la intimidad, como cuando hablaba catalán en las negociaciones del Majestic poniendo a disposición de los hoy separatistas catalanes cesiones tributarias, en educación, tráfico, justicia, educación, puertos y un largo etcétera. Pero en esta ocasión no tardará en mostrarla en público, se le escapará en cualquier comparecencia para criticar duramente a su todavía partido y a quien él puso al frente del mismo. Tras las encuestas publicadas por dos diarios de tirada nacional en las que Ciudadanos rebasa en intención de voto a los populares, su órgano de expresión FAES estará preparando ya un estudio sociológico que confirme la buena nueva y ponga en la picota el liderazgo de Mariano. Lleva tiempo detrás de ello, él y sus confluencias mediáticas, en especial ese grupo al que han dado en denominar despectivamente «las federicas» que obran bajo la tutela de Jiménez Losantos. Lo tienen a tiro, de ahí la sonrisa del ciudadano Aznar.

Las fotos fijas de las encuestas y los datos demoscópicos marcan tendencia, y tras el varapalo de las elecciones catalanas, el ascenso meteórico de Ciudadanos, de 3 en el 2006 a 36 en 2017, y la frustración de la aplicación del 155 en una gran parte de la ciudadanía catalana y del resto de España, no hay duda de que el gran beneficiado es el partido de Rivera, y por contra el más perjudicado el partido gubernamental, aunque todo lo referente al 155 fuera pactado entre los llamados constitucionalistas. El poder desgasta y en crisis no resueltas, o en las que sus promotores se muestran irredentos más si cabe. El estoicismo de Rajoy, su imperturbabilidad y paciencia resolutiva, no gusta en una sociedad en la que los cambios tecnológicos alteran las relaciones de los ciudadanos continuamente, con prisas y sin pausas. Hasta la Iglesia parece apostatar de los populares por sus incumplimientos electorales en temas de la vida y la economía social. Si además añadimos a la coctelera de los populares los casos pendientes de corrupción y las confesiones de algunos delincuentes de sus mordidas al Partido Popular, el brebaje final es desechado por vomitivo en una gran parte de su caladero de votos.

Con todo en contra, tanto en Moncloa como en Génova ya se esperan las andanadas del buque insignia de Aznar para rematar la faena. No quieren rehenes ni prisioneros, la renovación total es su banderín de enganche, la democracia participativa sobre la representativa a quienes el dedo todavía les tiembla por el uso dado su reivindicación asamblearia. Disparando a discreción fuego amigo con artículos, estudios y conferencias patrocinadas por FAES para lucir la sonrisa de Aznar. Hace escaso medio año, uno de los instrumentos sociopolíticos a disposición del otrora líder popular, el Instituto Atlántico de Gobierno, elogió a Rivera como alternativa política. Ergo su partido, Ciudadanos que va unido al nacimiento público del político catalán, es sin lugar a dudas la alternativa que Aznar ilumina desde su mendaz retiro para reventar a su propio partido del que fuera fundador. Ale jacta est, todo está preparado desde las filas afines al aznarismo para forzar la salida de Mariano aunque sea llevando a la debacle total a su propio partido y reforzar por ende a Ciudadanos, dándole la pátina de gobernabilidad a quienes han huido de ella por activa y por pasiva. La sonrisa por el momento es de Aznar, pero el que ríe último ríe mejor, rumiará el gallego, contumaz en su estilo.

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