En su mensaje para la Cuaresma del presente año, Papa Francisco comienza recordándonos que, para prepararnos al «encuentro» de la Pascua del Señor, la Providencia «nos ofrece cada año la Cuaresma», «que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida».

La Cuaresma en su inicio, en la primera lectura que en ella escuchamos, nos transmite la invitación apasionada de Dios: «convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos» (Jl 2,12). El profeta Joel preocupado por la insensibilidad del Pueblo, añade: «rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo» (Jl 2,13). Cuaresma es el tiempo oportuno para volver a Dios, y, así, comprender de nuevo el sentido mismo de la vida.

En tiempos de grandes cambios, de puestas al día de personas e instituciones, necesitamos orientarnos, necesitamos cogernos fuertemente al modelo y referencia que es Cristo y aprendiendo de su forma de pensar, de sentir y de hacer, ser sus discípulos, es decir, aprender de Él, seguirle, imitarle, e ir configurándonos a Él. Es adentrarnos en el proceso de transformación que genera en la persona y en la comunidad cristiana el encuentro con Cristo y que ?en el lenguaje del Nuevo Testamento- llamamos conversión.

La conversión significa un profundo cambio en la persona, que inicia de ese modo una nueva orientación para su vida. Esto está en el núcleo de la experiencia que nos propone el Plan Diocesano de Pastoral para el presente curso: «abrir nuestra mente al misterio de Cristo». La conversión implica a toda la persona, pero especialmente a su mentalidad, su forma de pensar y de juzgar al mundo y a la historia.

Quien se aproxima al Señor y experimenta de cerca su forma de pensar, abandona los pensamientos del mundo. Tal como afirmará San Pablo: «Nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo? Nosotros tenemos la mente de Cristo» (1Cor 2, 12-16). Especialmente los cristianos del presente siglo, ante un mundo que nos ofrece una gran variedad y pluralidad de ofertas de sentido y de formas de pensar, necesitamos volver al pensar de Dios, afianzarnos en la «mente de Cristo», en los criterios permanentes de la sabiduría evangélica, para que, tal como nos señala Papa Francisco en Evangelii Gaudium, «no cedamos a una difusa indiferencia relativista, relacionada con el desencanto y la crisis de las ideologías» (n 61), o a una mundanidad espiritual, que se refugia en la apariencia farisea (n 93), que termine robándonos el Evangelio (n 97).

Especialmente en este tiempo de Cuaresma, siguiendo el consejo de San Pablo, procuremos que se nos conceda renovarnos en la mente y en el espíritu (cf. Ef 4,25), para que abandonando cada vez más el hombre viejo, vivamos como hombres nuevos «conforme a la verdad que hay en Jesucristo» (Ef 4,21). Y así no nos dejemos engañar por los «falsos profetas» a los que señala Papa Francisco en su mensaje cuaresmal este año como «charlatanes» que «ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos», «estafadores» que «no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar». Afirmando: «No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es "mentiroso" y "padre de la mentira" (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre».

De ahí, concluye el Santo Padre, que cada uno esté llamado a «discernir y a examinar en su corazón? las mentiras de estos falsos profetas»; aprendiendo a no quedarnos en lo superficial, tratando de «reconocer qué cosas» nos dejan una «huella buena y más duradera, porque vienen de Dios».

Son palabras, las suyas, lúcidas y alentadoras que nos quieren ayudar en esta Cuaresma para vivir este «tiempo de gracia», «con gozo y con verdad». Un tiempo especialmente propicio para volver al Señor, acoger su palabra y dejarnos conformar por ella, creyendo en el Evangelio, en la Buena Noticia del amor del Padre que nos da en su Hijo su verdad y sabiduría.

Adentrémonos en el tiempo de gracia que es la Cuaresma, tiempo de verdadero cambio y renovación, volviendo al Señor. Tiempo que el cristiano recorre dejándose guiar continuamente por la Palabra de Dios, haciendo suyas las prácticas características (ayuno, limosna, oración), bien conscientes que la verdad del itinerario cuaresmal no nace de un mero querer de la voluntad, ni es fruto de una inteligencia despierta: nace de esa decisión de dejarse cambiar por Él, de abandonar nuestros caminos por los suyos, de entrar, por gracia, en la dinámica de una historia de salvación que Él escribe, y en la que Él nos atrae y nos cambia a la medida de su Hijo, muerto y resucitado por nuestra salvación.

Con mi bendición y afecto para todos