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Jorge Fauró

El patriarca, por Jorge Fauró

Miguel Barceló en su despacho de su hotel de Benidorm David Revenga

Durante años, Miguel Barceló representó el ala dura de la derecha de Benidorm. Enfrentado históricamente por cuestiones familiares al otro gran polo conservador de la ciudad turística, el que representaba el también fallecido y exalcalde Vicente Pérez Devesa, fueron esa tozuda resistencia a la unidad y el viento a favor que en la década de 1980 favorecía al PSOE, los factores que impidieron que Alianza Popular, primero, y el Partido Popular, después, gobernaran Benidorm antes de que el yerno de Miguel Barceló y luego alcalde, presidente de la Generalitat y ministro, Eduardo Zaplana, hiciera a ambas familias doblar la rodilla para presentarse ante el electorado como un centro derecha unido. Sólo entonces, en 1991, y después de pactar con una concejala tránsfuga del PSOE, los populares consiguieron mantenerse 18 años en el gobierno municipal y arrebatar el poder autonómico a Joan Lerma.

Para que todo aquello fuera posible, y ante la mayoría conservadora que aglutinaba Vicente Pérez Devesa, Barceló tuvo que quitarse de enmedio. En 1987 dejaba su acta de concejal de Alianza Popular (con solo dos ediles frente a los siete de su eterno rival y un gobierno socialista) para convertirse en senador, hasta que la edad le aconsejó dejar el puesto a su nieto, Agustín Almodóbar, que ahí sigue.

En una ciudad donde el poder político, económico y social mira a las familias (los Barceló, los Pérez Devesa, los Puchades, los León, los Meseguer, los Pajín en su día) la saga familiar de Miguel Barceló no ha dejado de tener políticos en su seno. Primero su hermano, Jaime Barcelo Pérez, alcalde de Benidorm de 1966 a 1971; luego él mismo, concejal de Benidorm y senador; su hija Ángela, concejala y diputada en las Cortes Valencianas; su yerno, Eduardo Zaplana; su sobrino, Francisco Murcia, diputado en el Congreso; y, por último, su nieto Agustín, hijo de Ángela y del empresario Agustín Almodóbar. Todo bajo el control del ahora fallecido, empresario turístico y político incombustible, un hombre educado y elegante que no se perdía un congreso del partido, cualquier cónclave, por intrascendente que fuera.

Lúcido hasta el final, con Miguel Barceló se acaba la última estirpe familiar que ha dado Benidorm. Con las demás familias en fuera de juego o sin apenas herederos con apoyos suficientes para devolverlos a la primera línea, su muerte pone fin a una singular manera de hacer política en esta ciudad que un día fue el epicentro de la gestión local, autonómica y en algunas ocasiones, nacional. Se preguntarán por qué. Sencillamente, y así los transmitió a su prole, porque le dedicaba más horas que el resto.

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