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Tribuna

El buril de durero

Y llegó Mozart e hizo callar a los pájaros. Mozart, como tantos otros, tenía la facultad de mejorar el silencio, ese silencio que es como un universo armónico y que el compositor destruía y construía sin que se notara su mediación, sin que perdiera su armonía. También vino Velázquez a enseñarnos que es posible materializar el aire, pintar la parte inmaterial que nos rodea, sacarle sonetos a la tierra, al fuego, al aire y al agua. Quevedo demostró el poder de la palabra, que una figura retórica como la ironía podía mover el mundo, que puede alzarse de la ruina de lo feo y lo vulgar una razonable belleza. Y Bach, que todo él era un pentagrama, y Durero, que desmenuzaba tres cuartas partes de un pelo con un buril y Virginia Woolf, que puso a remojo su tristeza en el río House, con un montón de piedras en los bolsillos de su baby de escritora. Sólo unos ejemplos a vuela pluma de lo que fue alcanzar hace tanto tiempo las más altas cotas de sentido y sensibilidad. De lo que fueron capaces de hacer cientos de miles de hombres y mujeres que cultivaron los vastos barbechos del alma para uso y disfrute de todos. Ya desde las cuevas, los pioneros nos dieron lecciones de un descubrimiento importante dejando su impronta en las paredes: la transcendencia del ser humano que escapa de un simple mecanismo biológico tal como orinar, defecar o excretar miasmas por los sobacos. La transcendencia y la importancia de dejar su huella para aprovechamiento de todos. Reparemos en que aprender viene del verbo latino «apprehendere» que significa tomar, apresar. Pero parece ser que entre conjuras de los de arriba para mantener al pueblo analfabeto (las humanidades están prácticamente desapareciendo) y desidia propia, aquí ya lo que únicamente coge la peña de vez en cuando es un colocón de pronóstico o a una criaturita de dieciocho años para hacer con ella lo que le venga en gana. Siempre he dicho que la salvación del mundo pasa por prestarle un poco de atención al arte y a la ciencia. Pero, fíjense qué están haciendo con el arte y con la ciencia. Marujonas de tres al cuarto esparciendo caspa por los platós de televisión y ganando una pasta gansa y un nutrido grupo de científicos haciendo las maletas. Los pintores estamos abandonados a nuestra suerte. En el siglo XIX, a los pintores se les ofrecían sustanciosas becas para completar los estudios en Roma. Ahora lo único que te dan es una palmadita en la espalda en una exposición (cuando tienes la fortuna de exponer) cuando el político de turno quiere salir en la foto. Siempre, todos los males del mundo, han sido productos de una mala o nula educación. La deshumanización, creo que hoy día más que nunca, pasa por unas espectaculares carencias educativas. En la era de la información, cuando el conocimiento del mundo lo llevamos en un bolsillo, estamos dando alarmantes signos de una peligrosa regresión. El exceso de información está surtiendo el efecto contrario del que era de prever. Y creo que esto también está orquestado. Cuando se prohibían libros, se buscaban clandestinamente. Cuando nos regalan toda la sabiduría, nos atragantamos y lo más sustancioso que hacemos en internet, es compartir vídeos de gatitos. ¡Son tan tiernos!

Siempre he creído que el individuo que se emociona ante una ópera, ante un cuadro, ante una metáfora bien hilvanada, ante un descubrimiento científico raramente, salvo excepciones, puede ser mala persona. Cuando la indiferencia ante estos temas parte del propio gobierno, mal vamos. Creo que nos están convirtiendo en zombis devoradores del Marca. Sí, el fomento del analfabetismo anida en las altas instancias y lo están bordando.

Da vértigo pensar en la cantidad de casos de violaciones (no hablo del penúltimo porque ya está todo dicho), violencia de género, asesinatos, secuestros, pederastia y no nos olvidemos de la sombra de mal agüero del fascismo que planea por Europa. Da vértigo pensar en esta cámara de los horrores en que se está convirtiendo el mundo. Da extrañeza pensar en cómo teniendo tal cúmulo de sensibilidad en nuestra historia, estamos alcanzando las más altas cimas de la miseria.

El otro día, en Granada, apareció el busto de Lorca con una esvástica toscamente grabada en su frente. Es de creer que el rasguño no se hizo con el buril de Durero.

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