Mientras me afeito, oigo en la radio que se cumplen 50 años de la publicación de la novela de Philip K. Dick, que años más tarde, daría pie a una de mis escasas certezas: «Blade Runner». Una rápida búsqueda en Google me asegura que la película se estrenó en Alicante en 1983, pero si cierro los ojos, todavía puedo verme pegado al asiento en aquel semidesierto anfiteatro del cine Avenida, acompañado por un grupo de amigos que, lastimosamente, el paso del tiempo ha conseguido pixelar de mi memoria (mis amigos, dónde estarán).

Como sucede con todas las cosas que en la juventud te impactan, el film de Ridley Scott marcó un antes y un después en mi bisoña experiencia vital, así que comprenderán la decepción que me llevé al leer la novela.

Con el texto de Philip K. Dick me pasa lo mismo que con el fútbol desplegado por los nuestros este año, por más empeño que le pongo, siempre me ha parecido una castaña. Me quedo con la película; incluso con la segunda parte de Denis Villenueve.

Sigo afeitándome, y se me pone cara de Nexus 6 cuando caigo en la cuenta de que, al igual que les sucede a los replicantes en el film, de un tiempo a esta parte el herculanismo vive con la misma insoportable incertidumbre existencial: ¿cuánto tiempo nos queda? ¿Viviremos para ver el centenario? ¿Volveremos a salir en los cromos alguna vez?

Empiezo a dudar de mis recuerdos y trago saliva pensando si acaso toda la época dorada de los setenta no será más que un implante en mi memoria. Al menos Eduardo Rodríguez fue verdad; me lo crucé hace unos días por la calle ¿Era él? ¿Será un holograma?

No hace falta que les recuerde que ya son cuatro las temporadas que llevamos fuera del fútbol profesional. Cuatro años vividos como pollos sin cabeza, siempre con la necesidad inaplazable de subir, o sucumbir en el intento. Cuatro temporadas de usar y tirar, que bien podrían haber servido para acercarnos al club que queremos ser.

Se dice que el Hércules pagará sus deudas cuando acceda al fútbol profesional, pero es justamente, esa imperiosa necesidad de ascender, la que hace que sea imposible trabajar con serenidad.

Ya es hora de que dejemos de sobrevivir, y empecemos por fin a construir el Hércules de los próximos 25 años. Invirtamos los términos, señores de Tyrrell Corporation, enmienden sus errores pasados, paguen ahora, y recuperen lo invertido cuando ascendamos. Dejen trabajar a los profesionales con tranquilidad, y más pronto que tarden recuperarán su inversión; este club lo tiene todo para triunfar: estadio, afición, historia. Lo único de lo que no dispone es de tiempo, ustedes pueden comprarlo.

Casualmente la película transcurre en 2019, así que yo, por si acaso, salgo de casa ensayando mi soliloquio camino del trabajo: «He visto cosas que vosotros no creeríais? Atacar al Barça jugando con diez; mantener la categoría en la última jornada ganando en el Bernabéu. He visto a Kempes marcar un gol olímpico y relucir con su melena negra al viento más allá de las puertas del Rico Pérez?».