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Juan R. Gil

Un año muy largo

Las elecciones municipales y autonómicas se celebrarán el domingo 26 de mayo de 2019. Quiero decir, que en un día como este, dentro de un año justo, estaremos con la campaña recién empezada. Y que el ínterin se nos va a hacer muy largo.

Porque lo cierto es que nunca, ni con bipartidismo ni sin él, habíamos estado en la situación de incertidumbre e inestabilidad política en que nos encontramos a doce meses vista de acudir a las urnas. Siempre ha habido partidos en crisis o sin liderazgos claros. Pero raras veces todos o casi todos han estado así a la vez. Valga subrayar que tres de los cinco candidatos principales que concurrieron a las pasadas elecciones - Alberto Fabra, Carolina Punset y Antonio Montiel- no están ya entre nosotros.

Miren el PP. Sus dos principales referencias en Alicante lo son por azar y ninguno tiene peso en el partido por sí mismo. César Sánchez no iba a ser presidente de la Diputación. Fue el veto de Ciudadanos a José Císcar el que hizo que el alcalde de Calp accediera al cargo. Luis Barcala no fue ni el número uno ni el dos de la lista presentada por los populares en 2015. Y su partido sólo obtuvo 8 concejales, muy lejos de los 15 necesarios para gobernar en solitario y, además, se desplegó un cordón higiénico alrededor de él, hasta el punto de que el partido de Albert Rivera prefirió regalarle sus votos al tripartito de izquierdas, antes incluso que votarse a sí mismo, con tal de marcar la distancia máxima respecto al PP. Pero ahí tienen a Barcala: alcalde, como ya dije la semana pasada, de la tercera ciudad más importante que los de Rajoy gobiernan en España. El problema es que el poder orgánico aún reside en alguien, el ya mentado Císcar, que no tiene mando institucional, que no quería a Sánchez en la Diputación ni a Barcala en el Ayuntamiento, que no dejó que ocurriera lo lógico (que Sánchez fuera el presidente provincial del partido y Barcala el presidente local) y que no se sabe, tampoco, qué ansía ser en el futuro. Sólo se sabe que ansía algo. La guerra civil popular, quieran o no quieran los protagonistas, está servida y lo único que falta es poner fecha al momento en que las maniobras ocultas se transformen en bombardeos masivos. Y si fueran sólo la Diputación y la capital, aún tendría un pase la cosa. Pero hay municipios muy importantes donde el PP anda perdido: Orihuela, Torrevieja (¿de verdad van a volver a Dolón?), Santa Pola, San Vicente... En Elche, sin ir más lejos, han promovido un candidato, Pablo Ruz, que podría escribir una tesis doctoral sobre la exactitud de la famosa frase de Pío Cabanillas, aquella del «cuerpo a tierra, que vienen los nuestros»: no hay día que parte de los suyos no lo apuñale.

El PP, además, va a vivir otro año de locura. Cada mañana un titular, cada cual peor para sus siglas. Un día es la exconsellera Milagrosa Martínez viendo ratificada su condena a nueve años de cárcel por corrupción; otro día es el exalcalde Alperi sentándose en el banquillo acusado de defraudar a Hacienda, lo que también es corrupción, y otro es el recurso de éste o aquel, cualquiera de las decenas de procesados... ¿por qué? Por corrupción. Y mientras tanto el arrepentido Ricardo Costa va confirmando el relato de la corrupción a cambio de redimir pena y en Madrid cuando no salta una Cifuentes te sale una Martínez Castro ciscándose en los pensionistas y amarrándose después a su secretaría de Estado porque en el PP no se dimite mientras los amigos no te publiquen un vídeo. Y así, de lunes a domingo, semana tras semana. ¿Tiene el PP indígena algo con lo que defenderse del temporal que le está azotando y el diluvio que aún está por venir? En esta comunidad, no. Lo que tiene es una candidata que, cada vez que interviene, de forma tan excesiva como extemporánea, poniendo en plano de igualdad a los animales de La Manada con los miembros del Consell, asimilando los problemas del plurilingüismo con el procés, mofándose desde el escaño de los chinos (eso sí que es osadía, se ve que cunde el ejemplo Trump) o gritando hasta para dar los buenos días; aquí tiene una lideresa, digo, que cada vez que abre la boca le hace una transfusión de votos a Ciudadanos de tal intensidad que hasta el partido naranja se encuentra desbordado. Si estará desubicada Isabel Bonig que se empeña en parecer Margaret Thatcher, ahora que toca ser Inés Arrimadas.

Se diría que todo esto tendría que ir en beneficio del PSPV. Pues no. Tengan en cuenta que los socialistas nunca han necesitado de nadie, ni para ganar, ni sobre todo para perder. Se derrotan a sí mismos. Para ellos, una matanza no es una matanza si la mayor parte de la sangre no corre de su cuenta. Acaban de ceder la Alcaldía en Alicante, han fusilado al amanecer a su portavoz apenas horas después de perderla (que la repusieran no implica que pueda recuperar el crédito que le quitaron) y no tienen candidato ni las condiciones para atraer a ninguno que esté en su sano juicio. Eso por lo que toca a la capital. Pero podemos abrir más el horizonte. En Elche, el desquicie de ese partido es tal que sus afiliados han sido llevados a votar para proclamar urbi et orbi que el alcalde no vale para presidir la agrupación. ¿Si no les vale a sus militantes, por qué les va a valer a los ciudadanos? ¿Y eso lo hacen en aras a la sana renovación? No. Votan contra el que está en ejercicio - Carlos González- para apoyar al que perdió las elecciones, Alejandro Soler. ¿Son o no son entretenidos? En Elda, consiguieron la Alcaldía con un tipo joven del que no ha vuelto a saberse políticamente nada desde el día después. Ni dentro del PSOE, ni fuera de él. ¿Cómo está hoy Elda? Como estaba hace tres años, pero con tres años más. En la mayoría de los grandes municipios donde, por avatares de la fortuna más que por méritos propios, los socialistas lograron colocar alcalde en 2015, o incluso en aquellos donde la presidencia del Ayuntamiento viene de más atrás, como Alcoy, los problemas de gobernabilidad, pero sobre todo los internos, hacen dudar del resultado que pueda darse en 2019. Por no hablar de la ejecutiva provincial, que ni es ejecutiva, ni es provincial. Ni de cómo el asunto de la financiación del partido, donde cada día aparece un nuevo imputado, se les está complicando. El problema, recuerden, es que, o los socialistas mantienen en Alicante las cifras que obtuvieron en las pasadas elecciones, o pueden despedirse de la presidencia de la Generalitat. Una presidencia a la que le llega la hora de la verdad. Porque es cierto que Ximo Puig ha sido un jefe del Consell siempre pendiente de esta provincia, donde ha pasado más tiempo que ninguno a excepción de Zaplana. Pero la política ni es tiempo, ni dedicación ni promesas: aquí vale el obras son amores. Y en eso, en pasar del presupuesto al balance, Puig va a tener un problema como no espabile pronto.

De Compromís hay poco que analizar. Da igual lo que encuestas amigables o propias sostengan. Para ser más de lo que es, quiero decir, para hacerse mayor, necesita obtener un resultado en Alicante mejor que el que consiguió en 2015. En serio, sin entrar en más disquisiciones, ¿alguien cree que eso es posible? Por mucho que tengan a Marzà escondido tras la mata, por más que Oltra sea la más ocurrente en las réplicas, por muchas vueltas que le dé a la provincia Alcaraz, no parece que aquí vayan a sacar más de lo que entonces lograron y sospecho que ya firmarían con no sumar menos. Y lo de Podemos aún se resume más fácil: les saldrá según sople el viento, porque si es por su labor en las Cortes o en los ayuntamientos en esta legislatura, entonces se quedarían fuera de todas las instituciones.

Queda la estrella de los sondeos: Ciudadanos. Párense un momento. ¿Qué saben ustedes de Ciudadanos? De Ciudadanos aquí, digo, porque no son elecciones nacionales. Ni siquiera son (eso quisieran ellos) catalanas. Son locales y a las Cortes Valencianas las que se celebrarán el próximo mayo. Vuelvo a preguntar: ¿qué saben de Ciudadanos? ¿Serían capaces de decir algo que hayan hecho? ¿Podrían nombrar a alguno de sus líderes? ¿Podrían citar alguna aportación a la gobernanza en los tres años que llevamos de mandato? ¿Alguna acción en la oposición que merezca recordarse? Sacarán un buen resultado, seguro, pero con un programa que consiste básicamente en hacerse el muerto. Y el riesgo de eso es quedarse a las puertas pero no llegar a nada. Una legislatura en blanco es admisible. Dos son inaceptables. Y en cuanto que empecemos a pasar el borrador a limpio, aflorarán las tensiones que ahora existen pero no se ven.

El 26 de mayo de 2019 habrá ganadores, por supuesto. Pero a un año vista, apunten lo que apunten los estudios demoscópicos, todos van perdiendo. Por eso se nos va a hacer largo. El único consuelo es que, a ellos, ni les cuento.

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