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Luis Muñiz

Macron, sin razas

El presidente francés reformó la Constitución en el Mundial de Rusia

La Constitución francesa reza que: "Francia es una República indivisible, laica, democrática y social. Garantiza la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza o religión". Pero Macron quiere hacer constar ahora que, en cambio: "Francia es una República indivisible, laica, democrática y social. Garantiza la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de sexo, origen o religión". Es decir, el imperial presidente de la República troca la raza por el sexo, lo que no significa, suponemos, que quiera obviar la realidad del racismo, sino sentar las bases, en la ley fundamental, para la abolición del sexismo.

"Raza" es un término que apesta a otros tiempos (casi cualquier tiempo) y los reformadores de pro, como Macron, siempre legislan para el futuro, es decir, para el tiempo que aún no lo es y no tiene que disipar incómodos efluvios.

Y bueno, que la "raza" no importa, como tampoco el tamaño (aunque sea el de la raza superdotada), lo ilustra, mejor que el pintor de cámara del emperador, esa imagen de Macron celebrando el primer gol de Francia en la final del Mundial contra Croacia. Ese president que pierde la "grandeur" y hasta la compostura ante Putin-Lucifer y "mamá Croacia", Kolinda Grabar-Kitarovic, presidenta xenófoba y beata que repartía abrazos entre sus derrotados futbolistas, todos de pura raza eslava.

Macron lo hizo parecido, o incluso mejor: besaba en las cabezas a sus hijos, muchos de raza negra, bajo un chaparrón como no se recuerda desde que los campos se embarraban adrede. Y con las testas sudorosas en sus labios de Mbappe, Umtiti, Kante, Pogba o Matuidi, empezó a aplicar la mutación del precepto constitucional antes de su entrada en vigor. ¡Qué mejor ocasión para hacerlo que calado hasta los huesos y rodeado de frutos de la "Banlieue"! Populismo multicultural para oponer al neofascismo de Salvini.

Italia, recuerden, ni se clasificó para la fase final.

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