Alicante lo tenía fácil para cumplir -y con 10 años de retraso- con la Ley de Memoria Histórica en lo que afecta al callejero de la ciudad. Bastaba aprobar en el pleno la propuesta acordada en comisión municipal con los nombres de personas o instituciones que substituirían los de aquellos a los que el franquismo quiso rendir homenaje en nuestras calles. Era una propuesta que no solo desplazaba de nuestro mapa urbano a esos militares y prohombres de la sociedad franquista. Restituía a figuras que padecieron la represión posterior, que fueron ejemplos de valores democráticos, porque tal es el carácter de reparación de la ley; y también feminizaba un callejero que rebosa de testosterona. Y en este marco, el actual alcalde de Alicante, Luis Barcala, se ha quedado desnudo, en una posición difícilmente sostenible en un Estado democrático.

Barcala tiene un cierto gusto por la mentira, la paladea en muchas cuestiones. En este caso dijo que mantendría el consenso sobre el callejero aprobado en Junta de Portavoces y, de sopetón, nos presentó una propuesta al resto de partidos cargándose 20 de las calles acordadas. Él, que hablaba de falta de consenso político cuando obligó judicialmente a reponer las placas franquistas escudándose tras una jueza en un mero tecnicismo.

Así, desaparece de nuestro callejero Miquel Grau, víctima mortal de un integrante de Fuerza Nueva en plena Transición. Y desaparece Amado Granell, republicano exiliado y libertador de París al mando de la heroíca ´La Nueve´. Así lo ha querido Barcala. Él, que nos acusaba de sectarios, no contempla que dos rojos peligrosos pudieran indicar nuestros rumbos urbanos: uno por pegar carteles del 9 d´Octubre cuando le reventaron el cráneo en la plaza de los Luceros; el otro, quien eligió Alicante para descansar de todas sus guerras, quizás por haber recibido los más altos honores de la República Francesa por su resistencia contra los nazis. No hay espacio ni para aquel viento renovador de los postulados educativos que inspiró a la intelectualidad española a querer reformar un país atrasado: fuera la Institución de Libre Enseñanza. Tampoco caben aquellas diputadas del primer parlamento democrático tras la Dictadura (Las 27 Constituyentes). Ni todas esas mujeres que, exultantes y libres en la defensa de la igualdad, acabaron ahogadas de humillación (Maestras de la República).

Barcala ha impuesto su visión. Y se ha cargado el trabajo de un consenso hilvanado por la Comisión Cívica por la Recuperación de la Memoria Histórica de Alicante, Alicante Vivo, la Universidad de Alicante, una representación política de todos los partidos en el pleno municipal y la representación vecinal en aquel entonces de las cinco juntas de Distrito. Por no caber no cabe ni el Tío Cuc, al menos tal y como le conocía la ciudadanía. Su calle se llamará por su nombre original, José Coloma Pellicer, no vaya a ser que recordemos que alguna vez en esta ciudad hubo publicaciones satíricas en lengua valenciana. Y por supuesto la plaza de la Igualdad, que desaparece con la excusa de la participación ciudadana, pero sin la totalidad vecinal. Son las alergias del alcalde.

El sino de las mujeres en este nuevo callejero no pasa por el centro. Barcala ha vaciado de toda perspectiva de género la propuesta de la comisión de Memoria Histórica en la que él mismo participó. Su nuevo mapa nos deja sin la cineasta alicantina Cecilia Bartolomé Pina; otra paisana como Francisca Aguirre, Premio Nacional de Poesía en 2011, por mentar uno de sus galardones; la literata de prestigio Carmen Conde; Federica Montensy, la primera ministra de España...

Sí habrá mujeres, y muy válidas, en el callejero, vivas en algunos casos, pero la Ley de Memoría Histórica demanda reparación. Barcala no quiere entender esto, se posiciona al lado de los que no entienden el porqué se va a desenterrar a un dictador como Franco del Valle de los Caídos. Y así seguimos, esperando que el siglo XXI traiga al centro de Alicante un nombre de calle que no sea el de una virgen o una reina. Bueno sí, nos ha traído el de Susana Llanera, cuya presencia nos alegra y refresca cuando la vemos en toda su belleza pétrea aguar al sátiro de la plaza Gabriel Miró en la estatua de Vicente Bañuls (´La Aguadora´). Monjas, Reinas y modelos.