Lleva siglos mirándonos desde uno de los lienzos más conocidos de Velázquez: el cuadro de Las lanzas. Asomando la cabeza como perfecto secundario, el militar Carlos Coloma (1566-1637), hijo del primer Conde de Elda, asiste a la entrega de las llaves de Breda tras su rendición al general Spínola. No es casual su presencia: en 1625, fecha de este suceso histórico, era uno de los altos mandos españoles en Flandes. Ahora vuelve a la actualidad por otro motivo. La publicación de un manuscrito inédito pone de nuevo el foco en su figura. Un manuscrito en el que relató una campaña posterior a la de Flandes: la que emprendió para socorrer la población de Valenza, en el ducado de Milán y junto al río Po, asediada por franceses, parmesanos y saboyanos desde 1634 a 1636. Un lugar estratégico para los españoles, decisivo como cruce de caminos y control fluvial en la Guerra de los Treinta Años.

Ignorada durante casi cuatrocientos años, la memoria que Coloma escribió detallando los movimientos y pormenores del asedio ha visto la luz con la publicación del libro El socorro de Valencia del Po (1634-1636), editado por el IAC Juan Gil-Albert y con una documentada introducción de Miguel Ángel Guill, biógrafo del personaje que tras largas pesquisas accedió al manuscrito y trabajó su trascripción. Cualquier episodio en la Guerra de los Treinta Años tenía un marcado significado al tratarse de un conflicto violento, extendido por distintos territorios europeos, que nació como enfrentamiento religioso dentro del cristianismo pero que acabó convertido en un encontronazo sangriento por la hegemonía en el continente.

Miguel Ángel Guill proporciona una rica información del personaje y sobre el contexto que originó la campaña en el Po. Carlos Coloma, nacido en Alicante y bautizado en la Iglesia de Santa María aunque después vivió en Elda, fue protagonista en aquella guerra larga. Cuando la monarquía hispánica entró en ella, ya acompañaba al general Spínola. Su perfil como hombre inquieto por la cultura -fue traductor de los Anales de Tácito- facilitó que su presencia en acontecimientos militares fuese reconvertida en memorias escritas, en informes finales de campaña de calidad literaria superior a la de sus colegas. De ahí que su obra La guerra en los Estados Bajos sea tenida como título de referencia del género; para Menéndez y Pelayo equivalía en la literatura española a lo que los comentarios de César suponía en la universal.

Para la campaña en Valenze, Carlos Coloma era mayor. Con sesenta y ocho años recibió el encargo del rey Felipe IV de ponerse al mando de las tropas que debían liberar Valenze. No era un requerimiento que le sedujera, incluso deseó eludirlo, pero el rey fue expeditivo por carta: «Los vasallos como vós me deven servir cómo y dónde yo los huviere menester y juzgare que conviene».

La experiencia y estrategia permitió a Coloma abordar la misión con éxito consiguiendo que se levantara el asedio, y de ello dejó constancia por escrito en unos papeles que comenzaron después un itinerario desconocido, salvo en alguna aparición ocasional. Miguel Ángel Guill recibió un día un correo electrónico que le puso en la pista de la ubicación del original.

La invasión del ducado de Milán por parte de Francia y del duque de Parma, a quienes se unió después el duque de Saboya, consiguió un golpe de efecto importante con el asedio de Valenza por parte de 60.000 hombres y una respetable artillería. Un golpe, animado por Luis XIII y cardenal Richelieu, con el que los invasores iniciaban su hostilidad en la guerra contra la monarquía hispánica. La tardanza del duque de Saboya en decidirse jugó a favor de los intereses españoles y de Valenza, que tuvo algo más de tiempo para preparar su resistencia. Es llamativa una observación de Coloma en su memoria sobre el ambiente que percibió en Turín al ser atendido por el duque de Saboya: «Hallé su corte tan francesa como la de París».

Se desconoce dónde estuvo todo el tiempo su manuscrito, pero se han podido señalar algunos momentos de su recorrido. En el siglo XVIII lo adquirió el duque de Montemar, reconquistador de Nápoles. Su casa pasó luego por otras manos y familias, hasta que una de estas -los condes de Altamira- subastaron en 1820 todo lo relativo a Nápoles del duque de Montemar. Nada tenía que ver con ello el relato sobre Valenze, pero parece que fue en el lote.

El caso es que el documento salió a subasta en 1973 en una galería de Londres, al mismo tiempo que parte del archivo Montemar. El manuscrito lo adquirió entonces el Archivo de Estado de Roma y curiosamente, a partir de ese instante, se perdió su pista. De hecho, el historiador Juan Luis Martín lo solicitó y se le informó que se desconocía su paradero. Contó en su web el seguimiento que hizo, información clave para que Guill lo localizara. «El problema -escribe el investigador eldense- se debía a un error de catalogación por parte de los responsables del Archivio di Stato de Roma que enviaron los documentos al Archivio di Stato di Napoli por haber sido parte de la colección del duque de Montemar». El hallazgo se consumaba en 2004, pero ha tenido que esperar años para ser trascrito completamente y publicado.

Carlos Coloma fue escribiendo su memoria mientras transcurrían los hechos, y en consecuencia sus matices son inmediatos. Lo que quizá ignoraba es que, en esas mismas fechas, Velázquez estaba pintando el cuadro de las lanzas sobre le suceso de Breda acaecido años antes. Y allí, sobre el lienzo, iba a dejar pincelada la imagen más difundida de Coloma.