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Daniel Capó

Último curso

En septiembre arranca el último curso de esta legislatura autonómica con viento de cola favorable al Govern. El principal viene de Madrid y se llama Pedro Sánchez.

Francina Armengol llega a su último año de legislatura al frente del Govern Balear con vientos de cola. A su favor juega un ciclo económico que se ha desplegado con fuerza gracias al precio del dinero, la caída del petróleo y el crecimiento inaudito del turismo. Mientras las Baleares baten récords de visitantes y la inversión privada ha transformado Palma en una de las ciudades de referencia en el Mediterráneo, la recuperación de la economía española ha sido mucho más pausada. Primero se reactivó el empleo y a continuación empezaron a subir los sueldos, muy deprimidos tras el duro ajuste que supuso el crack del 2008. La mejora de la economía -y el cobro de nuevos impuestos como la ecotasa- ha permitido no sólo cumplir con los objetivos de déficit, sino también iniciar políticas de gasto público más agresivas en materia de bienestar social. Las leyes más importantes de la legislatura -como la del cambio climático o la que regula el alquiler vacacional- se han aprobado este último año, dejando para el próximo gobierno su necesario desarrollo. A favor de Armengol juega también la crisis de imagen que persigue al Partido Popular por los repetidos escándalos de corrupción y asimismo la debilidad creciente en las expectativas electorales de Podemos, al menos según las encuestas. La fuerte tensión que se vive en Cataluña otoño tras otoño moviliza una parte del voto nacional hacia Ciudadanos, que debería dar un salto notable en cuanto a representación parlamentaria y municipal en las elecciones de mayo. Sin embargo, el partido naranja carece de penetración significativa en la Part Forana y en las islas menores, lo cual lógicamente dificulta su ascenso. De todos modos, nada beneficia más a Armengol que el gobierno Sánchez. O, lo que es lo mismo, que el PSOE haya recuperado la Moncloa, con los miles de votos que capitaliza por el simple hecho de ocupar el poder. Un gobierno, además, diseñado milimétricamente con el objetivo de ganar representatividad en las próximas generales.

Una reedición del Pacte parece, de entrada, tan difícil como coordinar una alternativa a la izquierda. Y Armengol lo sabe. Si no hay sorpresas, los números del PSIB mejorarán a costa de Podemos y a contener el eventual ascenso nacionalista. Los ecosoberanistas aspiran a sacar rédito tanto de la presidencia del Consell como de la alcaldía de Palma, aunque es probable que Més haya tocado techo, al menos en las zonas urbanas. En cambio, al PP de Company le costará sumar los votos de Cs y El Pi, a no ser que los resultados sean contundentes a favor de una alternativa conservadora. Con la economía todavía empujando hacia arriba, cuesta ver que -en condiciones normales- se vaya a dar este trasvase de votos. Hay que subrayar el entreguionado: "en condiciones normales". Pero las condiciones cambian y el pálpito de la ciudadanía también.

Los vientos propicios para el Pacte actual chocan con otros de signo contrario: la inflación desbocada que aqueja a los precios de la vivienda, las patentes insuficiencias en las infraestructuras públicas -carreteras, alcantarillado, depuradoras-, el conflicto abierto en la regulación del alquiler vacacional o la polémica que suscitó la exigencia del catalán en las oposiciones para Salut: todo ello apunta a un malestar rápidamente detectable. Baleares no es una excepción: la sociedad española se polariza. Y este curso anuncia una fractura todavía mayor.

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