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Antonio Balibrea

Hágase la luz, sin impuesto al sol

«Y dijo Dios: haya luz, y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien y la separó de las tinieblas: a la luz la llamó día y a las tinieblas noche. Y entre tarde y mañana fue el día primero». Al menos así lo cuenta el Génesis. El tema es antiguo, pero la última versión nuestra es algo menos clara, eso sí llevamos arrastrándolo muchos años. En forma de luz, o más propiamente de energía, que como dijo el sabio «ni se crea ni se destruye solo se transforma»: de energía a materia, de materia a energía. La última versión es incluso mucho más complicada que la de Einstein, el problema es siempre el mismo: tire usted por donde tire, tenemos una de las energías más caras de Europa. Así, los ciudadanos y el presupuesto del Estado somos los paganos; y la producción española es menos competitiva cuanto mas energía utiliza (salvo que se instale en Crevillent y sea de la cooperativa, pero esa es la excepción). Y no digo yo, líbreme Dios de los malos pensamientos, que sea porque es un sector en que las puertas giratorias no han dejado de dar vueltas.

Intentaré explicar lo que yo creo haber entendido: hay un precio de la energía que los gobiernos establecen para los consumidores, es lo que se llama la Tarifa de Último Recurso, ahora PVPC o precio voluntario para el pequeño consumidor. El Estado tiene que garantizar un beneficio a las eléctricas, prácticamente un oligopolio de cuatro: Iberdrola, Endesa, Fenosa y Energy (antes Gas Natural), en cuya trastienda están los grandes bancos españoles y alguno alemán. La diferencia entre el precio de producción y el de venta tiene que garantizar una rentabilidad a las energías «maduras» que son la hidroeléctrica, nuclear, y eólica. El gobierno, en la época de Zapatero, incentivó la fotovoltaica, -también la eólica, pero esa ya es competitiva- que para las «maduras» estaba verde y la incentivó con unas primas que garantizaban una rentabilidad en torno al 7'5% de la inversión. Las «maduras» culpaban a la fotovoltaica de lo que llegó a ser un notable déficit de tarifa causado por la diferencia entre los gastos de producción y el precio al que nosotros lo comprábamos en la TUR.

El déficit de tarifa superó los 26 mil millones, además antes les pagamos el frenazo al Plan de Energía Nuclear, y los Costes de Transición a la Competencia, todos estos conceptos son los que en distintas épocas, y en mayor o menor medida, se han añadido al recibo de la luz. Además, como han descubierto en la reforma de 2012, la energía no sólo se transforma, también se transporta - el transporte lo cobran las distribuidoras- y por eso hasta los que no la transportan porque la producen en sus propios tejados mediante placas fotovoltaicas, tienen que pagar el «impuesto al sol» que, dicho en fino, es el «peaje de respaldo» que los propietarios de instalaciones de autoconsumo, si están conectados a la red general, tienen que pagar.

El precio de la energía se fija en subastas periódicas. Si coincide que las «maduras» no producen suficiente energía, por esas fatalidades de que hay poca agua en los rios, poco viento, y alguna nuclear está paralizada o en revisión, se ponen en marcha las de «ciclo combinado» - carbón y gas- y su producción es bastante más cara. La energía se compra a éste precio más caro. Pero a este mismo precio se paga toda. También la «madura», que obtiene así unos sustanciosos beneficios marginales. Pagamos la barata al precio de la más cara, teóricamente porque estas centrales de ciclo combinado -la capacidad instalada se utiliza en torno a un 25%- garantizan que no nos quedaremos sin luz, como California. Y claro es una inversión subvencionada.

Desde Rato pasando por Montilla, Clos, Sebastián, Soria o Nadal ahí estamos. Ahora la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, está haciendo un plan, y mejorará los bonos sociales. Soy menos ambicioso, «olivica comía, piñonico al suelo», dicen en la Vega Baja, yo me conformaría con que quiten el «impuesto al sol», e incentivar el autoconsumo; utilizar los contadores inteligentes inteligentemente; con interconectar nuestras redes con las europeas y Francia, su energía nuclear cuesta un tercio menos que la nuestra. Revisar las concesiones hidráulicas, que paguen el uso del agua. Hágase la luz y sepárese de las tinieblas, y entonces estará bien.

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