Antonia Moreno, directora general de Cooperación, cargo en el que ha reemplazado a mi amigo Federico Buyolo, y ex concejala «sosiata» en la Esquina del Pavo, en la Oleza mironiana, a la vez que ex diputada provincial y profesora -¡en excedencia, supongo!- en el «insti» Gabriel Miró de Orihuela, la misma a la que pusieron a caldo por la nave, «supuestamente ilegal», que, siendo edil oriolana, utilizaba su familia para su negocio, solía decir -¡imagino que lo seguirá diciendo!- que «el tonto coge un camino y cuando el camino se acaba el tonto sigue», como le espetó el «podemita» Juan Carlos Monedero al periodista sensacionalista Eduardo Inda durante un rifi-rafe entre ambos en una tertulia. ¡Pues va a ser verdad, Antonia, que hay mucho tonto que anda suelto y que juega, o pretende jugar, a sentar cátedra, cuando lo mejor que podría hacer es estar «callaico» y aprender de los que teóricamente saben.

Nunca -¡y quien me conoce lo sabe!- he pretendido sentar cátedra ni influir en la opinión de quiénes leen mis tribunas cada semana; repito, ¡nunca, porque no es mi estilo!. Sin embargo hay quien considera que estoy mal informado y que, por eso, intoxico. Lo único que pretendo desde hace tiempo -¡concretamente desde que en 1979 acabé mis estudios en la Facultad de CC.II., rama de Periodismo, de la Universidad Complutense de Madrid, según puedo acreditar documentalmente, aunque no tengo máster alguno!- es opinar sobre cuestiones puntuales, porque para informar ya están mis compañeros que cubren la actualidad diaria. Es por ello que suelo ir de cara y llamar a las cosas por su nombre, cosa que, sobre todo los políticos, no hacen. Y es por eso que también puedo meter muchas veces la pata, porque mis opiniones nunca son palabra de Dios ni hablo ex cathedra, como el Papa, que nunca se equivoca cuando habla. Pero, en contra de lo que suele ser habitual en mucha gente, sobre todo en los políticos de medio pelo, reconozco cuando me equivoco y no pasa nada, porque rectificar es de sabios, aunque, vaya por delante, no me tengo como tal.

¡Vamos a ver si nos aclaramos! Al hilo de una de mis últimas tribunas, concretamente en la que me refería a la visita del secretario autonómico de Agricultura, Francisco Rodríguez Mulero, al Juzgado de Aguas de Orihuela, donde «se reunió con agricultores» -¡me aseguran que había más políticos que gente del campo y la huerta-, a quienes se les acojonó presentándoles la idea -¡no sé si peregrina!- de «modernizar el regadío tradicional» en la Vega Baja, dándose a entender que lo que se pretende es desterrar «el riego a manta o por inundación», el mismo que nos trajeron los musulmanes en el siglo XI, y cambiarlo por el de «goteo o aspersión», hay quien ha querido sacar los pies del plato y venderme una burra que no tiene valor alguno y que ni siquiera sirve para transportar en sus lomos a políticos, en plan Jesucristo entrando en Jerusalén. ¡Qué quieres que te diga, chaval; me creo más lo que me cuenta el Juez de Aguas de Almoradí, Carlos Barrera, que lo que me pueda decir un político que habla -¡y aplaude!- al dictado de sus jefes, en plan tiralevitas y estómago agradecido, porque «la pela es la pela» y ya se sabe aquello de ¡dame pan y dime tonto! Carlos Barrera estuvo en la reunión de marras, discrepó con lo que dijo el «secre» autonómico y sacó la misma conclusión que yo, aunque luego alguien, ¡de cuyo nombre no sé si quiero acordarme!, se esforzó en querer convencerme de que el señor Mula hablaba de «modernizar las infraestructuras para traer agua a la Vega Baja»! ¡Marramiau, chaval!

No me fastidia que se me critique por mis tribunas, para nada, os lo prometo por Mortadelo y Filemón, pero me jode, ¡y mucho!, que se dude de la profesionalidad de un compañero, Rubén Míguez, y de la honorabilidad del medio en el que colaboro. Pero me jode más todavía que, encima, se me invite a una comida para conocer al señor Rodríguez Mulero, quien me merece el mayor de los respetos, porque «es un tipo que vale la pena». ¡También valía la pena mi padre y se me murió! Deja tranquilo al mensajero, déjalo; es lo mejor, para ti y para tu partido, aunque ya se sabe que «cuando el sabio señala la luna el tonto mira el dedo». ¡Es mi opinión!