Soy domingo, 21 de octubre, celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, celebrada anualmente en todo el mundo en el penúltimo domingo de octubre, desde 1926. En España se conoce como Domund.La jornada está organizada por las Obras Misionales Pontificias, que es la institución de la Santa Sede encargada de buscar medios para impulsar la actividad misionera de la Iglesia.Objetivo de la jornada es promover el compromiso de los cristianos, para que el anuncio del Evangelio llegue a todos los ámbitos del mundo, junto con la promoción social que él conlleva. Este compromiso se concreta en: rezar y apoyar a los misioneros, especialmente a los 12.000 misioneros españoles; colaborar económicamente con los 1.108 territorios de Misión que hay en el mundo. El lema de la jornada de este año: «Cambia el mundo». En nuestro mundo podemos ver fácilmente cambios superficiales que dejan las cosas como estaban y otros que son «a peor», porque derivan de acciones injustas y que atentan contra la dignidad del ser humano. Eso si no suponemos desde la indiferencia que las cosas no pueden ser más que como son.Frente a esto, los misioneros nos muestran que es posible un cambio «a mejor», profundo y real. Ellos son para todos, y en especial para los jóvenes, un referente de compromiso y esperanza; sus vidas constituyen la prueba palpable de que un corazón en el que ha entrado Dios, con toda su novedad y creatividad, puede cambiar el mundo.«Cambia el mundo». La apuesta es audaz y atrevida. En realidad no es otra cosa lo que hace la Iglesia desde su nacimiento, lo que hacen los misioneros cuando son enviados al mundo, lo que hace todo cristiano que se ha tomado en serio el ser discípulo misionero. Así nos lo señala el añorado don Anastasio Gil, que el Señor tenga en su gloria, en su escrito para el Domund del presente año, recordándonos que el cambio que promueve el Domund es el que nace de un corazón renovado porque en él ha entrado Dios, pues desde un corazón que ama se vence el egoísmo, se deja de pensar en las necesidades propias y se piensa en las de los demás. Se sale del pequeño mundo de las propias comodidades e intereses al mundo sin fronteras. El Señor da fuerza y acompaña a quien emprende este camino, que es el camino del discípulo misionero. «Esta transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el ?contagio? del amor en el que la alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor», dice el Papa Francisco en su mensaje para esta Jornada Mundial de las Misiones.En nuestras parroquias y comunidades sintámonos impulsados a celebrar esta jornada como una significativa ocasión para alimentar y expresar el sentido universal y misionero de nuestro ser cristiano. Sigamos promoviendo el compromiso de todos nosotros, como Iglesia, en la actividad misionera para que el anuncio del Evangelio llegue a aquellos ámbitos donde aún no es conocido.La dimensión misionera de nuestro ser cristiano aparece permanentemente recordada en el Plan Diocesano de Pastoral que tenemos como referencia en la vida y actividad de nuestra Iglesia diocesana durante estos años. Está unida al verdadero encuentro con el Señor, con su misericordia en nuestras vidas que nos transforma, y esto hasta el punto de movernos a compartir y a anunciar la verdad y el bien encontrados en Él. La misión como fruto de un corazón en el que ha entrado Dios como fruto del encuentro con Él. La misión que trata de cambiar el mundo desde unas personas, discípulos misioneros, que han sido cambiados por el Espíritu del Señor.El Papa Francisco que constantemente nos llama ser «Iglesia en salida», abierta, misionera, que nos llama a ser discípulos misioneros, especialmente en su mensaje para el Domund de este año se dirige a los jóvenes ?en el marco de este octubre del Sínodo de los Obispos dedicado a ellos- y pide a los jóvenes, y a todos, que reflexionemos «sobre esta realidad: ?Yo soy una misión en esta tierra, y para esto estoy en el mundo? (Exhot. Ap. Evangelii gaudium, 273)». Tengamos muy en cuenta este llamamiento especial a los jóvenes, haciéndolo presente en la esencial tarea de educarles para encontrar su vocación, su misión, la llamada de Dios en sus vidas.Y, finalmente, quiero recordaros que en esta jornada, en nuestras parroquias y comunidades, también en la tarea pastoral en los colegios y en la vida de nuestras asociaciones y movimientos, no olvidemos, junto al apoyo a la labor evangelizadora y humanizadora de los misioneros entre los más empobrecidos, mediante la oración y la colaboración económica, no olvidemos el recuerdo entrañable y concreto a nuestros misioneros hijos de esta tierra, hijos de nuestra Diócesis. Vaya hacia ellos todo nuestro afecto y cercanía. Así como queda patente nuestra gratitud hacia la labor del Secretariado Diocesano de Misiones y de los grupos y personas que en el ámbito diocesano vivís y comunicáis la pasión por la misión «ad gentes», no sólo en una jornada, sino durante todo el año.Para todos, nuestra bendición.
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