Mi gran amigo Gorgias y yo estábamos paseando por la maravillosa ciudad de Sevilla en una tarde algo calurosa pero agradable. Íbamos enfrascados en nuestras conversaciones cuando atisbamos a ver un gran tumulto a las puertas del Ayuntamiento. La curiosidad pudo con nosotros y nos mezclamos con el gentío para averiguar qué estaba ocurriendo. Una amable señora muy sonriente, excitada y con el móvil en alto nos dijo que el famosísimo Richard Gere estaba a punto de salir.

Aguardamos pacientemente más de diez minutos. La multitud comenzó a gritar de júbilo. Salió el interfecto con arrogancia y una amplia sonrisa de oreja a oreja, saludando efusivamente con la mano en alto y cinco segundos después se subió en su coche y desapareció para siempre de nuestras vidas.

La fama, me comentó mi sabio amigo instantes después, es la forma más contundente de perder tu vida privada para hacerla pública. Dependiendo del tipo de fama puede beneficiarte, aniquilarte o ambas cosas a la vez. Son muchos los que optan por ser conocidos aunque esto le reporte disgustos. Su popularidad suele arrancar de conflictos tortuosos que desembocan en una mala fama que los perseguirá toda su vida.

Aquellos que se forjan la fama en razón a sus esfuerzos suelen tener mejores consecuencias. Les acompaña la reputación de haber conseguido algo reseñable que tienen que seguir alimentando si no quieren caer en el olvido. Por eso, en ocasiones, pierden el norte si se empeñan en seguir siendo celebridades sin que medien nuevas acciones importantes de su trabajo o sus logros primarios.

Muchos consiguen alcanzarla únicamente por puro postureo en los medios de comunicación, una de las plataformas más señaladas para catapultarse al éxito social sin hacer prácticamente nada. Los famosillos casposos de tres al cuarto, intentan mantenerse en candelero de las maneras más insólitas, donde la provocación es una de las herramientas más utilizadas para ello. Hoy en día, con las redes sociales es bastante sencillo que no los olviden porque intentan hacerse visibles a cualquier precio.

La imagen física es otro de los elementos más usados para fomentar la fama. Fabrican una imagen pública apoyándose en sus atributos para destacar del resto y sacar el máximo partido posible. Cuando flojea su notoriedad pública, suelen recurrir a poses insinuantes, atrevidas o salidas de tono para recobrar su gloria apagada. Quienes alcanzan la fama porque la buscan desesperadamente o se tropezaron con ella en algún momento, no pueden permitirse la caída, porque se derrumbará su vida y se convertirán en guiñapos para sí mismos.