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Jesús Javier Prado

Visto, oído, leído

Jesús Javier Prado

Ellas sí que arden

Se puede meter en una coctelera a Ava Gardner, a Perón y a Isabelita, a una tullida de la sección femenina, a una criada loca-carioca, y a un buscavidas con bigotillo franquista que se mueve en Vespa por el gris Madrid de los sesenta? Pues sí, se puede. La serie Arde Madrid creada por Ann Costa y dirigida por Paco León es distinta ya desde sus inicios, con una música y unos títulos de crédito que son un homenaje a Tarantino y que quedan de narices, dando pie a ocho capítulos que parecen cada uno de ellos en sí mismo un homenaje a Azcona, a Berlanga o a Marco Ferreri, casi «ná».

Lo de menos en esta miniserie es el argumento, porque lo de más es mucho: una comedia agria y dulce a partes iguales, de medias sonrisas, con gitanas celosas, compadres de ley y payos buscavidas, con una «jet set» sesentera que sale a juerga diaria, con una diva americana que después de calzarse al que se le antoje (ya sea un torero, un taxista o un camarero) se pone morada de porras con chocolate. Y todo acompañado de jaranas sin fin, de tabaco y flamenco, de sexo reprimido, de resacas de bourbon que se curan con huevos con chorizo, de burdos engaños, de dobleces con mal sentido, de frases que raspan los oídos, de mentiras filmadas en un blanco y negro cuidadísimo que es una gozada para los sentidos.

Y para sentidos, el que ponen ellas: por muy guapa que seas, tratar de interpretar en pantalla a Ava Gardner debe ser tan difícil como si a mí me dicen que regatee como Pelé. Un imposible total. Pero Debi Mazar sale airosa, con su español macarrónico y su actitud coqueta, sexi y gozosamente irresponsable y tarambana perdida; Isabelita, la mujer de Perón-interpretada por la argentina Fabiana García- no tiene precio dando sopas con ondas a su marido expresidente y exiliado que no hace más que recitar discursos que nadie quiere oir, y enviar cartas que nadie abrirá. Y queda la pareja de criadas Inma Cuesta y Anna Castillo: esta última, una casi recién llegada de veintipocos añitos y ya con un Goya, es una especie de Gracita Morales rejuvenecida y modernizada capaz de robarle el plano a cualquiera, y con una vis cómica al alcance de muy poquitas elegidas. E Inma Cuesta se echa al hombro la serie entera, bordando un papel de mujer reseca, reprimida y avinagrada que no hace más que crecer de capítulo en capítulo, soltando frases cortas como puñales, miradas llenas de recovecos y gestos que asustan más que el bufido de un toro. Paco León dirige la serie y da vida a un desclasado y falso marido que trata de medrar a base de secretos, trolas y engaños.

Arde Madrid es un lujo, un lujo total, porque el estilo y el tono elegidos -a plena conciencia- son arriesgadísimos, y no son para todos los públicos. Y tampoco es un thriller, ni una sitcom, ni salen narcos, ni hay psicópatas. Ni está creado o producido por americanos, ni por noruegos, ni por daneses. Arde Madrid es (puro) cine español, por los cuatro costados. Así que sí, que arda Madrid, con sus churros, sus tablaos nocturnos, sus callos con chorizo, su vermú, su famoseo interminable, su vanidad castiza y chuleta. Y nosotros que lo disfrutemos.

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