Anoche, antes de salir, estuve en el local de la asociación (ReAcción Solidaria) descargando aguas para las salidas. Me encontré con Míriam, que estuvo atendiendo a unas pocas familias y arreglando papeleo del reparto. Después vino Juan y juntos preparamos más bocadillos de tortilla que trajo Míriam del supermercado. Un poco antes de las nueve llegaron Sol y Javier. Listos ya los voluntarios para lanzarnos a las calles de la ciudad para atender en otra noche solidaria.

Como siempre, nuestra furgoneta estaba repleta de fruta, agua, zumos y más de 60 bocadillos, además de zapatos, chaquetones y productos higiénicos.

Antes de relatar la ruta, no quiero que se me pase el hacer un llamamiento para que demos inicio a una campaña extraordinaria de mantas, sacos de dormir, ropa interior y calcetines. Las personas de la calle las van pidiendo. Necesitamos también calzado deportivo porque hay muchas personas que van con agujeros debido a los kilómetros que hacen cada día.

Comenzamos la ruta como siempre en la piscina del Tossal, donde Pedro estaba ayer acompañado de otras tres personas nuevas y de Jesús, que hacía tiempo no veíamos. Dispusimos de un poco de conversación, salimos a la segunda escala alrededor del estadio de fútbol donde atendimos a más de diez callejeros. Hubo un momento de rifi rafe entre Fernando y un ucraniano por un par de zapatos que ofrecimos, pero solo uno se pudo hacer con ellos y ese fue Fernando que estuvo más despierto y también porque el otro no hablaba español y estaba en desventaja, anécdota algo triste de los pequeños sucesos que se dan cuando hay verdadera necesidad.

En la siguiente parada, una avalancha de personas rodearon nuestra furgoneta, todos con hambre e historias por contar... También aquí hubo una competición con quién se quedaban con dos pares de zapatos de número grande que al fin encontraron dueño. Nos alegró la noche y, supongo, también alegrarían los pasos de mañana.

Me siguen rompiendo el alma las necesidades de las personas sin hogar y la impotencia de no poder dar respuesta porque los voluntarios, con nuestra labor, solo somos un parche a un gran problema social, nada más.

Anoche, después de ver tantas personas con agujeros en los zapatos, fue natural preguntarme ¿cuántos kilómetros hacen para tenerlos así? Los que van a comer al comedor de San Gabriel ¿cuántos kilómetros hacen al día? ¡Muchos!, y sin exagerar, 4 kilómetros de ida y vuelta. Porque la energía que acumulan con la comida ya la gastan en ese trayecto. El hecho es que detectamos que los sin techo van siendo expulsados hacia la periferia de la ciudad para que sean aún más invisibles.

Tantas historias conlleva la noche y la mayor parte agridulces pero yo siempre vuelvo a casa con la sensación de misión cumplida y con la satisfacción de haberla vivido con compañeros extraordinarios... Gracias a mis compañeros por ser como son y gracias por estar en mi vida y compartir momentos de compasión con los que realmente lo necesitan. Así nos lo relata Mario Ceres, nuestro gran solidario.

Por ello, queremos homenajear y dar visibilidad a esta problemática con la que organizaremos, junto a iniciativas de jóvenes empresarios y de ReAcción Solidaria, una Comida Solidaria para ellos y una recaudación solidaria en la plaza del Carmen el sábado, día 15 de diciembre, a la que todos estáis invitados.