El pasado día 2 de este mes de febrero, ventoso y sufrido para los mercaderes medievales, nuestra ciudad se vestía de gala para el acto protocolario de la rúbrica del Hermanamiento entre las ciudades de Orihuela y Zacatecas. Hecho que marca un hito en nuestra Historia, en la que siempre aparecerá el abrazo entre las gentes separadas por el Atlántico.

De Zacatecas, admiramos y valoramos su rico patrimonio monumental civil y religioso, sus minas de plata, su historia, sus tradiciones religiosas y civiles, y su grato ejemplo conservador, rehabilitador y restaurador, para otros usos, como en la antigua Plaza de Toros de San Pedro, y el Mesón de Jobito.

Nos asombramos con sus museos, archivos y bibliotecas. Respetamos a sus universidades estatales y privadas. Nos interesan sus festivales y sus fiestas, entre ellas de la Morisma y de Semana Santa, la Romería septembrina en la que el alfa es el Pendón de la ciudad y la omega Nuestra Señora de los Zacatecas, y entre ambos carros alegóricos, matlachines y bandas de guerra.

Nos curtimos con los versos de su poeta universal Ramón López Velarde, que nos acercan a nuestro también universal poeta Miguel Hernández, al que tanto debe Orihuela. Y siempre esperamos vernos acogidos por sus gentes, de las que tenemos constancia de su cordialidad, amabilidad y generosidad.

Zacatecas, corazón de México, es la capital del Estado de dicho nombre, teniendo una población aproximada de 200.000 habitantes, que adquiere el carácter de Zona Metropolitana junto con la ciudad de Guadalupe, distante de ella aproximadamente catorce kilómetros, con lo que dicha zona presenta una población total de aproximadamente 310.000 almas. Está situada en la zona central de la República de México, es sede episcopal y, en 1993, fue incluida dentro de las ciudades Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, por su traza urbana, arquitectura e historia, y que el pasado año conmemoró el vigésimo quinto aniversario de esta declaración.

Tiene su importancia por la explotación minera de plata, que fue descubierta en el siglo XVI, por españoles procedentes de Tolosa, Oñate, Ibarra y Bañuelos, siendo éste el motivo de su fundación el 8 de septiembre de 1546 por Felipe II, el cual le otorgó los títulos de Muy Noble y Muy Leal, y que tras la Revolución fue distinguida como Ciudad Heroica. Ha sido considerada también como la segunda ciudad más importante de la Nueva España, y su himno «Zacatecas» del compositor Genero Codina, es el segundo considerado como tal en México.

Su rico patrimonio material e inmaterial, sus monumentos civiles y eclesiásticos, sus museos, sus festivales, sus tradiciones al amparo de la Morisma de Bracho y de la Semana Santa, su historia, su turismo, su carácter universitario, sus medios de producción y comercio; hacen atractivo y justifican el Hermanamiento llevado a cabo, y nos hacen buscar paralelismos entre esta ciudad mexicana y nuestra Orihuela, únicamente diferenciado por algo que Orihuela puede aportar y de lo que se enorgullece, como son nuestras playas mediterráneas, con sus urbanizaciones y campos de golf.

Orihuela vivió ese día, en que el fuerte viento agitó con fuerza las banderas de España y México que ondeaban en la fachada norte de nuestra Casa Consistorial, que vigilantes ponían sus ojos, (porque yo siempre he pensado que las banderas nos observan), en la comitiva precedida por ambas enseñas, portadas por los Embajadores Moro y Cristiano, que se dirigía hacia el claustro de la Biblioteca María Moliner, en la que a los sones de «Pompa y circunstancia» de E. Elgar interpretada por músicos del Conservatorio Profesional «Pedro Terol», que solemnizó el acto interpretando los himnos de España y Zacatecas. Tras ello, declaración de intenciones y firma de los alcaldes Emilio Bascuñana Galiano y Ulises Mejía Haro, y de los testigos Mariola Rocamora Gisbert, José Vegara Durá,

Pedro Cardona Medina, Manuel González Ramírez y de un servidor.

Expresado con objetividad, día memorable para Orihuela y Zacatecas que siempre quedará en los anales de nuestra ciudad con la perspectiva de la apertura de colaboraciones entre ellas, que, indudablemente redundará en beneficios para ambos pueblos, haciendo válido el lema del escudo zacatecano: «Labor vincit omnia» (El trabajo todo lo vence).