Este año, por aquellos caprichos de la luna en su equinoccio de primavera nos lleva al Jueves Santo en el día 18 de abril. Previo a dicha celebración se vive la Cuaresma que se inició el pasado Miércoles, conocido como «de ceniza» por aquello de «qui a pulvis est in pulvis reverteris» o sea polvo eres y en polvo te convertirás. A partir de ahí, transcurren cuarenta días, hasta el Domingo de Ramos, siendo un momento de meditación, ayuno, penitencia y oración, para prepararse a vivir intensamente el tránsito hasta la Resurrección de Cristo.

Pero, en tiempos pasados, a lo largo del año, a fin de acercar a los creyentes a la iglesia e instruirlos, en muchos pueblos de España se organizaba la Santa Misión, en la que a base de sermones, catequesis, rosarios, confesión y comunión se pretendía en los fieles un cambio de actitud.

Es posible que, volviendo la vista atrás, aquella predicación del dominico Vicente Ferrer, en 1411, en la Oriola de entonces, pudiera tener esa consideración de Santa Misión, a la vista de los logros conseguidos, tras sus sermones. Así, se dejó de jurar en nombre de Dios en vano; se cerró la tahuería y el Consejo renunció a los derechos que tenía sobre la misma; se comenzó a guardar todas las fiestas de precepto; los vecinos hicieron ciento veintitrés paces entre ellos, de las cuales la mayoría eran por muerte y otras por amputaciones de miembros.

Pero, aproximémonos a un tiempo más cercano como el pasado siglo XX. En Orihuela se celebró la Santa Misión entre los días 9 y 19 de marzo de 1919. Por las fechas en que se desarrolló, podríamos considerarla de carácter cuaresmal, ya que, si tenemos en consideración que el Domingo de Ramos fue el 13 de abril, la Cuaresma, por tanto, se inició el miércoles 5 de marzo. Previamente, el obispo Ramón Plaza y Blanco a través de una alocución pastoral fechada el 16 de febrero, exhortaba a los oriolanos a participar «para la reforma de costumbres y para la renovación y perfeccionamiento de la vida espiritual».

Las predicaciones se llevaron a cabo en la catedral por los jesuitas Juan Bautista R. Oliver y Juan Serrat; en la parroquia de Santiago por los capuchinos Segismundo del Real de Gandía y Jesús de Orihuela; en la iglesia de San Agustín por los franciscanos Bernardino de María Uzal y Santos Hueso; en la iglesia de Santo Domingo por los jesuitas José Carretero y Manuel Torrents.

En la tarde del día 9 de marzo fue inaugurada la Santa Misión. Para ello, se celebró una procesión de entrada de los misioneros desde la iglesia de San Agustín hasta la catedral, donde fueron recibidos por el obispo, y el deán Agustín Cavero Casañes presentó a los mismos calificándolos de «embajadores de Dios» y pronunció una plática, tras lo cual el jesuita Oliver predicó un sermón.

Durante los días que duró la Santa Misión, toda Orihuela quedó convertida en «un vasto templo», y a la hora de los sermones nocturnos «la soledad y el silencio invadían las calles». Se celebraron catequesis para los niños en Santo Domingo y el día 13, en el Santuario de Monserrate tomaron la Primera Comunión de manos del obispo.

El día de la festividad de San José recibieron la comunión cerca de once mil fieles, lo que se consideraba un gran éxito al tener en cuenta que, «dentro de los muros de Orihuela no habitan más de 16.000 vecinos». En ese día se celebró una procesión solemne por las calles de la ciudad, en la que figuraron 1.500 hombres y 1.800 mujeres, y en la que participaron todas las corporaciones religiosas de Orihuela, así como el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas (Los «Pepes»), las comunidades religiosas de capuchinos, franciscanos y jesuitas; los cleros parroquiales; el Seminario Conciliar y el Cabildo Catedral; la carrosa del Corpus; el obispo de la Diócesis y la Excma. Corporación Municipal.

La Caja de Ahorros y Socorros de Nuestra Señora de Monserrate aportó para los actos la cantidad de 4.000 pesetas.

Así, hace cien años se celebró esta Santa Misión en la levítica Orihuela.