A veces, lo inesperado sucede, demostrándonos que no tenemos que perder la esperanza en lo que creemos, por difícil que parezca. Tras la publicación en este diario de mi artículo, La maldición de Alicante, el pasado domingo 17 de marzo, se desencadenó un amplio rechazo en toda la ciudad hacia el mamotreto de oficina de información turística que se está levantando en la plaza del Puerto. En las redes sociales los mensajes de rechazo se multiplicaron, junto con artículos y declaraciones, así como diferentes cartas al director remitidas en estas semanas. Incluso el genial Enrique, uno de los mejores notarios de la sociedad alicantina, ha dedicado varias de sus viñetas a la polémica, con su habitual mordacidad. Para quienes rechazan el valor de la indignación ciudadana, aquí tienen un buen ejemplo de cómo en pocos días, el análisis de un disparate urbanístico, ha sido el detonante de una marea social de contestación que ha sacudido a todo el Consistorio a las puertas de las elecciones.

Finalmente, el pasado miércoles, se reunieron el alcalde de la ciudad, Luis Barcala, con el presidente de la Autoridad Portuaria, Juan Antonio Gisbert, para analizar la polémica y encontrar una solución, anunciando una decisión sin precedentes en la ciudad, como es el cambio de ubicación de la cuestionada oficina de información turística desde su emplazamiento actual, donde todavía está en obras. Incluso se han avanzado cuatro posibles ubicaciones alternativas que en estos momentos están en estudio, asegurando el Ayuntamiento que solicitará a la Generalitat la paralización de los trabajos que se llevan a cabo, una vez se elija su nueva ubicación.

Tras ese anuncio, que aún debe ratificarse, me surgen dos cuestiones, para mí, esenciales. En primer lugar, creo que es una buena decisión para Alicante, suprimiendo una herida que nunca debió abrirse en un espacio singular que acumula demasiadas cicatrices históricas, al tiempo que demuestra que el rechazo ciudadano es capaz de paralizar disparates urbanísticos. Bien es cierto que la cercanía con las próximas elecciones también ha ayudado, sin duda. Y, en segundo lugar, y no menos importante, se demuestra el valor de la prensa, de sus análisis y trabajos periodísticos, que como ha hecho este diario en este caso, siguen teniendo un papel crucial en nuestra sociedad.

Ahora bien, desde que se publicó este artículo, hace tres semanas, la reacción de los diferentes grupos políticos municipales ha sido desconcertante, demostrando que la mirada partidista de corto alcance sigue pegada, como la resina, a las decisiones estratégicas que marcan el futuro de la ciudad, ante una decisión que adoptaron sin oposición alguna por parte de todos los partidos municipales presentes en el Ayuntamiento. El PSOE, partido que tuvo una responsabilidad capital en la tramitación del proyecto de esta oficina de información turística, ha explicado bien poco, algo llamativo cuando su portavoz, Eva Montesinos, dirigía la concejalía de Turismo, a la vez que su actual candidato, Francisco Sanguino, ni siquiera se ha molestado en manifestarnos su opinión, mientras en las redes sociales promete plantar una higuera en Carolinas. El PP, partido bajo cuyo mandato se ha firmado la aprobación del proyecto, se ha dedicado a su afición favorita, decir que ellos no han sido y echar la culpa a los demás. El silencio clamoroso de Compromís y de su portavoz, Natxo Bellido, resulta, cuanto menos, llamativo, cuando rechazan una y otra vez que se pongan de perfil ante importantes problemas de la ciudad, pero callan en temas tan relevantes como este. Es cierto que Guanyar, y en particular su portavoz, Miguel Ángel Pavón, han sido los únicos que mostraron sus discrepancias con la ubicación elegida, llegando incluso a presentar un recurso de reposición, que se suma a los innumerables recursos que han presentado en este mandato, pero en honor a la verdad, para una fuerza política que ha llegado a impulsar numerosas protestas, incluso contra el acuario o la protectora de animales, no hizo nada hasta que el tema salió en este diario, tratando después de desarrollar su tradicional estrategia de centrifugar culpas y escurrir responsabilidades. Finalmente, Ciudadanos solo ha estado de cuerpo presente, como viene haciendo todos estos años. Y los tránsfugas, pues eso.

A diferencia de nuestros concejales, no me parece tan importante en este punto identificar responsables como construir mecanismos de aprendizaje claros, nítidos y precisos que eviten que algo así puede volver a repetirse. Son muchos los errores que en la ciudad se han cometido, lo sabemos, pero lo llamativo es que parece que no hemos aprendido de ellos para alimentar adecuadamente decisiones futuras, construyendo una mejor cultura urbana y de la participación social.

Seguramente es un buen momento para revisar a fondo los mecanismos de información y participación pública sobre proyectos, edificaciones y construcciones en la ciudad, claramente opacos y escasamente participativos. Sería bueno revisar otras experiencias internacionales en la materia, como por ejemplo el «Bauprofil» suizo, un avanzado proceso de información y participación pública mediante la representación visual y volumétrica de las nuevas construcciones, simulando en la zona cual será el impacto real de cualquier nueva edificación, durante un tiempo determinado, para que todos los vecinos puedan conocerlo y presentar alegaciones. Pero esto ya es mucho pedir en Alicante.