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Manolo Alarcón

Movilidad

Meses después de que el patinete eléctrico se convirtiera en el regalo estrella de las navidades todavía nos estamos preguntando por algo tan básico como por dónde deben circular, a qué velocidad, a qué edad se puede llevar, hace falta algún tipo de seguro, puede ir más de una persona o si existe alguna sanción por conducir bebido, drogado o hablando por el móvil. Y eso pasa porque en esta sociedad cambiante no está claro cuáles son los nuevos medios de transporte del siglo XXI -que no sé si este lo es- ni mucho menos cómo integrarlos en el paisaje urbano. Solo hay que ver lo que nos está costando con el carril-bici. Quizá sea porque nos falta mucha cultura del respeto. En cambio, viajamos por Europa y nos maravillamos de cómo en algunos países se integran los vehículos en la misma vía y en armonía, algo de lo que somos incapaces aquí, donde conducimos a base de insultos y claxon.

Hasta ahora, la Policía ha estado resolviendo los problemas, a medida que aparecían, por sentido común. Quizá hubiera sido fácil si antes de permitir la venta de patinetes se hubiera legislado sobre su uso, empezando por analizar el impacto que iban a tener en las ciudades. El mayor ejemplo del retraso que llevamos en dar una respuesta es lo que contamos hoy: que ya se están manipulando los motores para que alcancen mayor velocidad, y eso es tan fácil como ver un tutorial en internet. Y mientras se regulan (o no) cualquier día de estos veremos carreras de patinetes sin que aún sepamos contestar a otras preguntas básicas: ¿qué aportan realmente a la movilidad?, ¿hasta qué punto debería la sociedad invertir en mejorar vías y en legislar para lo que a día de hoy solo se ve como un gran negocio? Pero bueno, tampoco pidamos milagros, si algún día aprendemos cómo entrar y salir de una rotonda con el coche algunos ya nos daríamos con un canto en los dientes.

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