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La Luna como trampolín de ambiciones

"Che fai tu luna in ciel?, dimmi che fai, silenziosa luna?" (¿Qué haces luna en el cielo, dime qué haces, silenciosa luna?), preguntaba retóricamente a nuestro satélite el italiano Giacomo Leopardi en su "Canto nocturno de un pastor de Asia".

Como aquel grandísimo poeta romántico y profundo pesimista, muchos otros bardos se han interrogado a lo largo de la historia y en diversas lenguas sobre el profundo misterio del universo y el papel del hombre en el mismo.

Pero la Luna perdió parte de su mágico halo desde que el hombre plantó allí una bandera hace medio siglo, como se han ocupado de recordarnos, por si algunos lo hubiésemos ya olvidado, todos los medios de comunicación del mundo.

Y ahora se habla de la Luna como trampolín a Marte, y lo hablan precisamente aquéllos que más están haciendo por acelerar la destrucción del planeta que habitamos. ¡Plus ultra, cada vez más lejos, aunque dejemos sólo atrás tierra quemada!

Ya se ofrecen comerciales a la Luna, y sabemos por la prensa que un millonario japonés -¿quién si no un millonario?- ha comprado ya el primer billete para visitar el satélite en compañía, según dicen, de un grupo de artistas encargados por él de representar desde allí a la Tierra.

Será una experiencia única, ahora que todo el mundo habla de "experiencias", aunque sea la de visitar una hamburguesería de McDonald's, un nuevo centro comercial o un parque de atracciones de la marca Disney.

¿Ha pensado ese japonés, al parecer coleccionista de arte, y quienes le imiten en el futuro, en los recursos que se quemarán en cada uno de esos viajes caprichosos al espacio? ¿Acaso les importa?

Donald Trump sueña con ver plantada la bandera de las barras y estrellas esta vez en el suelo de Marte. Hasta el punto de que en las conmemoraciones de la hazaña espacial de su país preguntó a la NASA por qué no ir directamente al planeta rojo y ahorrarse el paso por la Luna.

Tuvieron que explicarle entonces al presidente que una base en la Luna es aconsejable para que los futuros exploradores vayan acostumbrándose poco a poco a vivir y trabajar en el espacio.

Hay quien-no sólo en Estados Unidos, sino también en China o Rusia y otros países- hace tiempo que piensa en la utilidad militar y económica que tendrá la conquista del espacio por una futura generación de transhumanos.

Se calcula que hay ya alrededor de 1.500 satélites en órbita en torno a la Tierra y muchos de ellos obedecen a objetivos militares. Se dice que quien domine el espacio, dominará la Tierra. Aunque de este planeta, al paso que vamos, no quede ya gran cosa.

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