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¿Una sola China?

En el mundo hay crisis que están ahí y que todo el mundo sabe que pueden estallar cuando menos se espera, incluso aunque los protagonistas del conflicto no lo deseen, sea por errar en las posibilidades propias o por leer mal las intenciones de la otra parte. Hoy los dos casos más obvios de crisis peligrosas son Irán y Corea del Norte, pero no son las únicas porque hay otros focos potenciales de conflicto como el existente en torno a Cachemira, que enfrenta a dos potencias nucleares con gobiernos nacionalistas como son la India y Pakistán, y el que puede estallar en torno a Taiwan causando una crisis mayor en el Pacífico que podría afectar no solo a China y los EEUU sino a otros países de la zona como Japón o Australia. A este me quiero referir hoy.

Desde el triunfo comunista de Mao Zedong y el refugio del líder nacionalista Chiang Kai-Shek con los restos de su ejército derrotado en la isla de Formosa, Beijing no ha cejado en sus intentos de procurar la reincorporación de la isla a la soberanía continental. Es lo que llama "Política de Una Sola China", que considera algo irrenunciable, y que impulsa procurando aislarla internacionalmente con bastante éxito porque hoy casi ningún país del mundo reconoce a Taiwán como una nación independiente. La ignorancia de Donald Trump al llegar a La Casa Blanca le llevó a contestar una nada inocente llamada telefónica de felicitación de la presidente taiwanesa, Tsai Ingwen, desatando la ira de China y está irritación aumentó cuando a Trump se le ocurrió decir que los EEUU podrían revisar la política de Una Sola China y que se lo iba a pensar. El enfado de Xi Jinping fue tan fuerte que Trump tuvo que dar marcha atrás, dándole así la victoria en su primer enfrentamiento.

En un discurso pronunciado el pasado mes de enero Xi recordó que China "debe ser y será reunificada" y que o bien Taiwan lo acepta o se enfrentará a las consecuencias... que afirmó que China no desea porque prefiere una "reunificación pacífica" por aquello de la armonía. El problema es que solo un 3% de los 23 millones de taiwaneses son partidarios de integrarse en China, mientras que el 80% prefieren seguir como están porque no se fían de la oferta hecha ya en tiempos de Deng Xiaoping de "Un País, Dos Sistemas", y menos aún cuando ven el recorte de libertades que se está produciendo en Hong Kong y su consecuencia en forma de protestas masivas que ya han suscitado la alarma de Beijing. La realidad es que a China le están creciendo los enanos cuando Hong Kong y Taiwan se unen a otros focos de tensión más estructural como son Tíbet y Xinjiang.

La posición de EEUU sobre Taiwán se basa en la política de lo que llaman "Double Deterrence" (contención doble): por una parte no apoyar la independencia de Taiwán a cambio de que China no modifique por la fuerza el actual statu quo, y por otra, decirle a Taiwán que tendrá su respaldo si es atacada siempre que sea sin una provocación previa por su parte. Lo que a Washington le gustaría es que las cosas siguieran como están porque el sistema ha funcionado durante años y no ven razones para cambiarlo. Lo que ocurre es que ahora China se está poniendo nerviosa y además Xi sabe que la integración de Taiwán en la madre patria le situaría a él personalmente a la altura del mismo Mao en el altar de la patria...

China está cambiando muy deprisa y con Xi ha dejado de lado la prudente política exterior de la época de Deng en favor de un mayor activismo internacional acorde con el peso de su economía y apoyado en un nacionalismo que no oculta, y Beijing se está impacientando porque tras unos malos resultados en las elecciones locales del pasado año la presidente Tsai Ing-wen, de ideología nacionalista, ha recuperado popularidad a caballo de los acontecimientos de Hong Kong y podría ser reelegida para otro mandato en las elecciones presidenciales del próximo mes de enero. Y eso a China no le gustaría.

En este contexto, el problema puede surgir de las percepciones que los actores tienen unos de otros: Taiwán no cree que China vaya a invadir la isla porque piensa que Beijing ya tiene muchos problemas (desaceleración económica, disturbios en Hong Kong o Xinjiang, corrupción, pugna comercial con los Estados Unidos...) y eso hace a los dirigentes taiwaneses ser más osados en ciertas declaraciones e incluso descuidar su propia defensa. Por su parte Beijing parece pensar que los EEUU no acudirán en defensa de Taiwán porque Trump tiene aversión a las aventuras exteriores y porque bastante problemas tiene ya con Irán y con Corea del Norte. Además Xi ha visto a Putin anexionarse impunemente Crimea sin que Occidente haya movido un dedo, y ve paralelismos entre los irredentismos de Rusia y China sobre Crimea y Taiwán respectivamente. Y conviene no olvidar que la Estrategia de Defensa que acaba de publicar no excluye el uso de la fuerza para lograr la ansiada reunificación territorial. Finalmente, por parte de EEUU no es fácil adivinar lo que piensa esta administración pero da la impresión de creer que la de Taiwán es una crisis controlada, porque lo está desde hace años, y que al final no pasará nada. Son estas percepciones contrapuestas las que pueden dar lugar a equívocos muy peligrosos.

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