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Un acuerdo de Estado

La mayoría tiene claro qué debería hacer el constitucionalismo

Para entenderse hay que, al menos, intentarlo. Dadas las circunstancias y el otoño caliente que aguarda con las sentencias del procés, lo mejor para el país sería un gobierno de concentración de los tres partidos llamados constitucionalistas: un pacto programático de Estado para disipar el aventurerismo soberanista catalán en un nuevo e inestable escenario. La más que presumible segunda tentativa de poner a España patas arriba no se puede frenar con un gobierno en minoría del PSOE sustentado por el voto nacionalista y de sus compañeros de viaje, que no distinguen entre golpistas presos y presos políticos. Si es un gobierno de coaligados, peor aún. Sin embargo, la manera de resolver la investidura para Pedro Sánchez es haciendo que recaiga la responsabilidad en el centroderecha y pidiéndole que se abstenga con el fin de no caer en manos indeseables, aunque si tiene que ser de esa manera, que la fiesta no decaiga. La fórmula elegida, ya la conocen, consiste en presionar en vez de negociar. Con ello no quiero decir que haya dentro del PP y Cs voluntad de entendimiento. De hecho, no existe, pero también es cierto que situaciones como la que se está dando en Navarra no animan a entenderse con un partido y un gobernante que practican el doble lenguaje y del que resulta muy arriesgado fiarse. Sánchez reclama la abstención de Casado y Rivera ante la sociedad civil, sin contrapartida y garantía alguna, gratis et amore, cuando lo que debería es buscar un acuerdo de Estado para poder desenvolverse con cierto desahogo en la Moncloa, renunciando a mezclarse con nacionalistas en Navarra y cualquier otro lugar, y lejos de la sombra de Frankenstein.

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