La madrugada del 25 de julio naufragó una embarcación frente a la ciudad libia de Khoms en la que viajaban 300 personas a bordo, de las que han desaparecido 150, según la Agencia para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR). Es según lo calificó el Alto Comisionado para los refugiados de la ONU «la peor tragedia en el Mediterráneo ocurrida este año», y ha insistido en que es urgente «restaurar los rescates en el mar, poner fin a la detención de refugiados y migrantes en Libia y aumentar las vías seguras» para salir del país «antes de que sea demasiado tarde para muchas más personas». Personas desesperadas por una vida sin guerra, miseria, muerte y destrucción, en definitiva, una vida. Hace días se dio la voz de alarma por el aumento de la salida desde Libia de barcos cargados con inmigrantes con la esperanza de alcanzar Europa. A ello ha contribuido el buen tiempo y la crítica situación que vive ese país, en guerra civil desde hace años. Ante la indiferencia casi general, el Mediterráneo es hoy un cementerio con un impresionante número de víctimas. Según datos de ACNUR, desde octubre 2013 hasta junio 2019, en menos de seis años, los muertos y desaparecidos son 18.434: mujeres, hombres y niños que intentaron atravesar el Mediterráneo, huyendo de la guerra o del hambre.La política para «contener» la inmigración no funciona. Solo ha servido para azuzar a la extrema derecha y que hoy campe a sus anchas y se extienda por el continente. La represión fronteriza sólo está provocando más muertes y sufrimiento, con unos niveles de violencia estructural injustificables en la Europa del siglo XXI. El desprecio al derecho de asilo y al espíritu de una UE de acogida ha hecho aflorar nuestras vergüenzas en demasiadas ocasiones.

Debemos proteger a los más vulnerables, es el espíritu de la Unión Europea. No podemos mirar a otro lado. Hay que ver las migraciones como una oportunidad, no como una amenaza: el futuro de nuestro Estado de Bienestar, de los derechos consolidados, dependen en buena medida de qué políticas migratorias hagamos en el presente. Son, además, vidas que merecen ser vividas y no acabar en el fondo del mar. Saramago decía que se empieza por el olvido y se acaba en la indiferencia. No podemos ni se sostiene que seamos indiferentes a esta tragedia humana constante.