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El teleadicto

Carolina Ferre

Cumpliendo el ritual de la Banyà a los pies de la Hoguera Oficial ya se convirtió en diosa. Pero durante la transmisión previa de la Cremà del 24 de junio, Carolina Ferre ya había conquistado el título de heroína mediática cuando, armada de la naturalidad que la caracteriza, se refirió una y otra vez al concepto «provincia». Eso, en una televisión autonómica como À Punt donde el término Comunitat Valenciana se sustituye por «territori», donde los pueblos y ciudades se adscriben a comarcas y en donde las provincias, sencillamente, no existen, aun en su inocencia, tuvo tintes casi heroicos.

Kantar Media acaba de publicar los datos de audiencia del mes de julio y todo sigue como acostumbra. TV3, con un 12%, es la autonómica más vista durante 24 meses consecutivos, muy por encima de las televisiones generalistas. À Punt, con un 2’3%, es la televisión pública autonómica menos vista del Estado.

Quienes defienden À Punt están preocupados por la desafección de la población hacia los medios públicos autonómicos. Un medio irrelevante, argumentan, no va a ninguna parte. Los contrarios a la existencia de À Punt aluden directamente al rechazo que genera su marca y todo lo que le rodea.

Después de haber dedicado muchas horas a ver como mínimo una entrega de cada uno de sus programas, creo que los portavoces de ambas posturas llevan su parte de razón. À Punt no vertebra ni engancha porque se ha instalado en un mundo imaginario, muy alejado de la realidad. Cuando tanto los rótulos como la voz en off nos hablan de Festival de Cine de Saix o de Pilar de la Forarada como lugar de nacimiento de Miguel Albaladejo, se instalan en un mundo distópico e irreconocible. Lo que ahora existe es indiferencia. Pero cuantos más espectadores lo descubran, más grande será el rechazo.

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