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El Rey recibe

El Rey recibe. El Rey recibe que es una barbaridad. El lunes a representantes de ocho partidos. El martes a unos cuantos más. Un no parar de dar la mano. «El rey recibe» es también el título de la última novela de Eduardo Mendoza, que nos cuenta en su habitual estilo irónico las peripecias de un joven atolondrado, Rufo Batalla, que va de aquí a allá y también a Nueva York y cuyas peripecias comienzan en 1968 como plumilla, cubriendo la boda de un personajete de la realeza. Como decían los críticos antiguos de colofón a una crítica: léase.

Luego dicen que el Rey no trabaja. A mí me dicen que tengo que pasar en un solo día un rato a solas con ocho líderes y me borro o me invento una gripe o, lo que es peor, le digo a cada uno lo que pienso de ellos y ya la tenemos liada. Cuando uno es rey conviene ser también príncipe de la prudencia. Jornada agitada en Zarzuela. Si son las doce tú eres Baldoví. Majestad, a las once llega el de Equo. Señor, el del PNV quiere unos pintxos. José María Mazón, del Partido Regionalista de Cantabria, abrió el turno a las diez. Caramba, creí que vendría Revilla, bien pudo decirle el Rey, asombrado de que ese partido tuviera más militantes aparte del televisivo Revilla. Un Revilla que a fuerza de esforzarse tanto en representar al hombre común ha acabado, en efecto, no siendo nada del otro mundo.

Palacio es un no parar, un pasilleo, un bedel agitado, un jefe de seguridad agobiado, un cámara de televisión con corbata. Cela dijo una vez que los cámaras de televisión constituían el gremio peor vestido de España. Cela no cargó nunca una cámara a cuestas durante un montón de horas, cosa que invita a ataviarte con cómoda indumentaria. Vamos a ir dejando el esmoquin para las grandes ocasiones. España es un Rey cansado deseando que acabe el día para ponerse las zapatillas y una serie. Después de cansarnos a todos van a cansar al monarca. Pese a todo, incluso pese al amago de Albert Rivera, vamos a tener que sacar fuerzas para ir a elecciones.

La cosa se ponía no obstante emocionante cuando los noticiarios daban luz a la propuesta del riverismo, la finta de última hora del líder liberal que quisiera ser líder de la derecha. Otra cosa no, pero ingenio no falta. Ni mala leche. Al posible apoyo del PP y Cs al PSOE, Espinosa de los Monteros (Vox) lo tildaba de tricentrito. «Tricentrito progre». Todo es campaña. Incluidas las propuestas para que no haya elecciones.

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