Síguenos en redes sociales:

Aquella vieja política

Los que tenemos cierta edad y que por tanto tuvimos la oportunidad de conocer de manera directa la política de los años 80 y 90 así como la de los años 70, gracias a las lecturas de ensayos y memorias políticas de los protagonistas de la Transición, no podemos evitar sentir un cierto desamparo cuando observamos el panorama político actual. Me refiero al hecho de la ausencia de preparación cultural e intelectual de la mayoría de los políticos y a la marea de infantilismo que se ha apoderado de las relaciones entre los partidos producto de la aparición de internet a finales del siglo XX y de las redes sociales algunos años después. A esto hay que sumar el afán de protagonismo que exhiben sin ningún pudor la mayoría de los principales representantes de las nuevas formaciones surgidas con el fin del partidismo que les lleva a la utilización de una verborrea constante y sin fin que aburre hasta las ovejas.

Algún lumbreras del marketing político ha hecho creer a los dirigentes políticos de reciente aparición que si se muestran agresivos en el lenguaje, repiten de manera machacona frases inventadas en algún brainstorming y miran al infinito cuando hacen declaraciones a periodistas en alguna pequeña sala del Congreso de los Diputados, se convertirán de repente en líderes de España. Sin embargo, lo que hemos podido observar es que la talla de un político se mide por su capacidad de diálogo, por argumentar sin insultar y por no tener que levantar la voz para resaltar una idea.

Especialmente irritante resulta esa costumbre que tienen ahora muchos diputados y diputadas de utilizar alguna red social para rebatir ideas de adversarios políticos con un par de frases y terminando siempre con algún manido eslogan repetido hasta la saciedad. Más valdría a la nueva generación de políticos españoles que con desdén se refieren como de vieja a la política de los años 80 y 90 guardar el teléfono móvil, dejar de ver series televisivas en canales de pago y escuchar y sobre todo aprender de los políticos de los años 70 y 80.

Ya he contado en alguna ocasión en esta misma sección que cuando mi padre, Miguel Ull Laita, fue elegido con poco más de treinta años concejal del Ayuntamiento de Palma de Mallorca tras lograr el PSOE la Alcaldía de Palma en las primeras elecciones municipales democráticas que se celebraron en España en 1977, ejerció la dirección de tres concejalías además de ser teniente alcalde. A pesar de la responsabilidad continuó trabajando como jefe del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Son Dureta de Palma por las mañanas, acudiendo todas las tardes y los fines de semana al Ayuntamiento para el trabajo de las concejalías que tenía asignadas. Eran concejalías de gobierno municipal, no de oposición. Por aquella responsabilidad en un momento tan trascendental para la importancia de España nunca cobró ni él ni ningún otro concejal socialista salvo retribuciones extraordinarias por algún hecho concreto. Se daba por supuesto que tanto él como el resto de concejales con responsabilidad de gobierno, repito, vivían del sueldo de su actividad profesional. Es decir, que en política se estaba para ayudar a la sociedad.

Durante los años 80 los sábados por la mañana se emitió un programa dirigido por el periodista ya fallecido Luis Carandell en el que se hacía un resumen de las intervenciones de los diputados y diputadas en el Congreso de los Diputados. Solía comenzar Carandell con una cita de algún discurso de la época de Cánovas y Sagasta para, a partir de ahí, enlazar con lo dicho en el Congreso durante alguna discusión entre las señorías de la cámara baja. Qué lejos quedan aquel programa y aquellas intervenciones desde el atril del Congreso de los discursos que escuchamos hoy día plagados de obviedades, chascarrillos y una evidente falta de lecturas.

Uno de los últimos representantes de aquella época fue el profesor de literatura, cantante y escritor José Antonio Labordeta que en sus discursos introducía poemas y reflexiones sobre la política que le situaron en un plano moral y ético de difícil imitación. Las burlas de las que fue objeto por parte de diputados de la bancada popular se explicaron con el paso del tiempo, cuando supimos que, desde el mismo momento de hacerse con el poder en 1996, numerosos dirigentes del PP, entre los que destacaron ministros muy conocidos, se dedicaron a practicar la rapiña sobre el erario público español. Las consecuencias de aquel asalto a la res publica aún se mantienen en los juzgados españoles.

Todos los cargos elegidos por partidos de nueva aparición, entre los cuales se encuentran lamentablemente algunos del PSOE, que en los últimos años han mirado por encima del hombro despectivamente y con la soberbia de la ignorancia a los políticos de los años 70, 80 y parte de los 90 deberían hacer dos cosas. En primer lugar, leer y formarse cultural e intelectualmente y, en segundo lugar, aprender a respetar a los que precedieron y que fueron los responsables de la llegada de la democracia a España.

Lecturas recomendadas:

Memorias de un beduino,

José Antonio Labordeta (Ediciones B, 2009).

Mis picas en Flandes,

Luis Carandell (Espasa Calpe, 2003).

Pulsa para ver más contenido para ti