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El mismo 1-O de cada año

Cataluña, el único lugar del mundo donde una manifestación de seiscientas mil personas se considera un fracaso, vive su 1-O de cada año. Esta fecha mítica se traduce en detenciones, políticos presos a quienes las casas de apuestas no adjudican menos de una década de cárcel, integristas de mente calenturienta que desean transformar el Barça-Madrid en un espectáculo violento, exclusivas informativas cruzadas que solo comparten el descrédito y la invariable apelación al 155. Esta apretada agenda olvida que el primero de octubre original movilizó a más de dos millones de personas a las que se ha procesado implícitamente, negándoles el libre albedrío y acusándoles desde la fiscalía de "abducidos".

La perenne invocación del 155 solo demuestra que no funcionó en su anterior aplicación. De acuerdo, es lo de menos. No se enarbola el artículo único de la Constitución para apaciguar una situación endemoniada. La derecha desea utilizarlo con el objetivo único de envenenar el clima electoral. En otro caso, se recordaría que la vigente mayoría absoluta del independentismo se produjo con la Generalitat intervenida. Y que el Tribunal Constitucional avaló el control desde La Moncloa, pero estableciendo serias cautelas contra la utilización indiscriminada del mecanismo de estrangulamiento autonómico.

El 1-O está más vigente que el 155. Desde su llegada, no ha habido ningún retraso apreciable en el aeropuerto de Barcelona. Sobre todo, no

se ha suspendido un solo espacio de la programación televisiva. Se trata por lo visto de un caos muy bien organizado, aunque el pragmatismo de la geografía afectada le obliga a admitir que Pujol era más consciente del poder real de los catalanes que sus herederos revolucionarios. Al otro lado, la hidalguía impide reconocer que Cataluña no se puede independizar de España porque sin Cataluña no hay España que valga.

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