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Tomás Mayoral

Duidelijk spreken

Que todo un vicepresidente de la Comisión Europea venga a tu casa a verte cuando acabas de pasar por una catástrofe ya hubiera sido un gesto digno de una Europa que quiere vivir cerca lo que pasa en la otra punta de Europa

No, no han leído mal. El título no es una errata ni un duende de imprenta. Aunque estas palabras parezcan indescifrables significan justo lo contrario. «Duidelijk spreken» es lo que un holandés diría que otro holandés, Frans Timmermans, hizo ayer en Alicante: «Hablar claro». Realmente, no le hacía falta. Que todo un vicepresidente de la Comisión Europea venga a tu casa a verte cuando acabas de pasar por una catástrofe ya hubiera sido un gesto digno de una Europa que quiere vivir cerca lo que pasa en la otra punta de Europa. Si se hubiera hecho un «mister Marshall» veloz por la Vega Baja, el gesto de solidaridad y empatía ya hubiera sido admirable. Pero no. Vino a pisar barro, a dar la cara y decir lo que piensa, gustara o no. Confortara, que confortó mucho, o no. A hablar claro, en suma. En mi mesa, medio Consell tomaba notas, imitando al president Puig, que vuelve a apuntarse otro tanto en su casillero, y van unos cuantos, en su gestión tras la Dana. El poblado salón de la EUIPO parecía un coso taurino que contenía la respiración ante el riesgo de la faena. Acostumbrados como estamos a fugaces políticos ectoplasmáticos que entran con el coche oficial hasta el despacho con tal de no ser importunados por preguntas incómodas, sorprende que todo un vicepresidente de la CE no se escondiera ni eludiera el choque («¡My god!» dijo varias veces ante alguna de las preguntas del público sin dejar de sonreír) y entrara a todos los trapos y se metiera en todos los charcos. Dijo tantas cosas que tal vez lo más importante no son ni siquiera sus «qués» de la crisis climática, de un estatuto de los trabajadores europeo, de su cerrada defensa de la democracia española, de su no científico a los trasvases o de su sí a una agricultura moderna y a investigar e invertir en el Mediterráneo porque es quien más va a sufrir como sufrió la Vega Baja. Lo importante fueron sus «cómos», su iluminado «duidelijk spreken» que nos reconcilió a muchos con una Europa que, de repente, volvimos a entender.

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