Miguel Hernández dijo: «Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este día de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de un imponente modo a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo».

Miguel Hernández ejemplifica lo mejor de nuestro pueblo: tenacidad, constancia y fidelidad a sus raíces.

La Fundación Cultural Miguel Hernández fue constituida el 13 de julio de 1994, por lo que hemos cumplido 25 años de existencia.

La Fundación fue una exigencia ciudadana, y desde la plataforma oriolana Comisión Pro-Fundación se dieron los primeros pasos para presionar, en el buen sentido de la expresión, a los responsables políticos y para que estos se pusieran de acuerdo. Recordemos que las distintas administraciones implicadas pertenecían a partidos políticos distintos. Miguel Hernández puso de acuerdo a unos y a otros para sacar adelante el proyecto. No sé si les parece que la canción pudiera repetirse también ahora. Ahí lo dejo.

El mismo día de la inauguración de la sede de la Fundación en su ubicación actual, el caluroso sábado 29 de junio de 2002, la Entidad valoraba con la Medalla al Mérito Hernandiano el esfuerzo de reconocidos hernandianos, algunos de ellos oriolanos como Joaquín Ezcurra Alonso (fallecido el 22 de junio de 2006), Francisco Martínez Marín (fallecido el 13 de mayo de 2007) y su primo Antonio García-Molina Martínez (fallecido el 6 de noviembre de 2007), así como Joan Pàmies i López (primer director de la Entidad), Francisco Esteve Ramírez (presidente entonces de la Asociación de Amigos del poeta, y ahora presidente de Honor) y Arcadi Blasco, este último en representación de los artistas que hicieron posible en 1992 la muestra «50x50». El 31 de enero de 2006 el Patronato decidió conceder dichas distinciones, entregadas el 7 de noviembre de ese año 2006 en un emotivo acto, a Julián Antonio Ramírez Hernando (fallecido el 14 de abril de 2007), Vicente Ramos Pérez (fallecido el 2 de junio de 2011) y a Gaspar Peral Baeza (fallecido el 21 de diciembre de 2017). De este modo, la Fundación volvía a agradecer a un puñado de fervorosos amigos del poeta que su llama siguiera viva en tiempos poco favorables para ello.

En sesión del 15 de abril del presente año, a propuesta mía, y con motivo de los 25 años de la creación de la Fundación, fue aprobada la concesión de la medalla a siete hernandianos reconocidos por su trayectoria en la difusión y estudio de Miguel Hernández: José María Balcells Doménech (Universidad de León), Juan Cano Ballesta (Universidad de Virginia, USA), Francisco Javier Díez de Revenga (Universidad de Murcia), Gabriele Morelli (Universidad de Bérgamo, Italia), José Carlos Rovira Soler (Universidad de Alicante), Juan José Sánchez Balaguer (exdirector de la FCMH, 2002-2012) y Agustín Sánchez Vidal (Universidad de Zaragoza).

Tenacidad, constancia y fidelidad a sus raíces es lo que caracteriza, como en el caso de Miguel Hernández, a los siete homenajeados esta noche. Ellos, difundiendo y estudiando la vida y obra de Miguel Hernández, también tuvieron que enfrentarse a un régimen político adverso y enemigo declarado del imaginario hernandiano. Pero supieron hacerlo con la complicidad de la honda llamada humana que arrastra la poesía y el ejemplo de Miguel Hernández, sin caer en el eruditismo estéril. A esa llamada siguen siendo fieles. Y a nuestro pueblo. Por eso tenemos contraída una deuda de gratitud como hernandianos con ellos y con otras muchas personas.

Me gustaría, para despejar cualquier posible duda respecto a nuestra postura sobre el legado material de Miguel Hernández, finalmente adquirido por la Diputación de Jaén, que desde nuestra Entidad se apostó, en sintonía con los entonces responsables municipales oriolanos, por la compra del mismo, no por el arrendamiento, y por un proyecto de más largo recorrido y vuelo que lo tocante exclusivamente al legado documental. Seguimos defendiendo que el más importante legado del poeta lo tenemos en su Casa Museo, su huerto, la sierra que rodea su casa y en cada persona que nos acompañe en nuestro «trabajo gustoso», sin sectarismos o partidismos. Y que, a pesar de nuestra personal voluntad, reiterada en varias ocasiones (la última el pasado día 6 del presente mes de septiembre), de unir fuerzas con la Diputación de Jaén a través del presidente de la institución provincial, hemos chocado con un muro infranqueable. Lamentable pero así es. Cuando otras personas seguían soñando con paraísos lejanos, la Fundación mantenía viva la llama de Miguel Hernández y de coetáneos suyos ( Ramón Sijé, Ramón Pérez Álvarez, Jesús Poveda, Francisco Pina Brotóns, Augusto Pescador Sarget, Manuel Molina, etcétera), sin importar que coincidiera con efemérides o fechas redondas a las que, esta vez, muchos sí se sumaban. Todos los días hay que recordar a Miguel, el principal activo de Orihuela y al que debemos tanto, especialmente en reconocernos en su obra, su coherencia y su tenacidad por perseguir sueños.

En definitiva, 25 años de trabajo constante en el que hemos ofrecido una imagen del poeta ajustada a su realidad humana, literaria y política, sin entrar en cotilleos que flaco favor le hacen, sin obviar, incluso, sus propias contradicciones (¿quién no las tiene durante toda su vida?), poniendo a Miguel Hernández en el mundo desde Orihuela, su mejor legado, sin ombliguismos cortoplacistas pero con el orgullo de sentir que cantó los mismos paisajes que vemos a diario, con la constatación de que sus inquietudes humanas, sociales, literarias y políticas siguen teniendo plena vigencia y por eso sigue siendo un poeta necesario, como defendió Antonio Buero Vallejo. Más necesario que nunca.

El futuro de la Fundación dependerá, en gran medida, de la implicación y apoyo por parte de las instituciones que lo componen. Y más en las actuales circunstancias de cara al presupuesto de 2020. Pero especialmente de que la gente la valore como una entidad que lucha con coherencia por mantener vivo el legado literario y ético del poeta, siempre con buena disposición a colaborar con quien quiera acompañarnos.