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Vivimos un siglo huracanado

La velocidad del viento en el planeta ha aumentado en 12 km/h, lo que permitirá incrementar un 37% la producción eólica

Soplan nuevos tiempos en el mundo: el promedio mundial de la velocidad de viento ha aumentado entre 11,27 y 12 kilómetros por hora en la última década. Lo acaba de publicar "Nature Climate", según un estudio cuyo principal autor es Zhenzhong Zeng, del departamento de ingeniería ambiental de la Universidad de Princeton, en EE UU. Su objetivo era sentar una base para planificar la producción de energía eólica mundial -ahora que estamos descarbonizando a toda mecha- en las próximas décadas. Sus cálculos indican que estos años ventosos que nos esperan permitirán incrementar un 17% la extracción de kilovatios del viento.

El trabajo de Zeng y sus colaboradores acaba con la teoría de que nos estábamos encaminando hacia la "quietud global" por causa del desarrollo urbano, que estaría aumentando la resistencia de la superficie terrestre y, por tanto, "frenando" el flujo de aire alrededor del planeta. Desde 2010, por contra, cada vez sopla más fuerte en gran parte de América del Norte, Europa y Asia. ¿A qué se debe? Estos investigadores explican que, calentamiento global aparte, las temperaturas entre distintas regiones alternan periodos de más cálidos y más fríos de manera natural. Y así, el flujo del aire se vería afectado por las diferencias de temperatura entre regiones vecinas o entre el mar y las zonas terrestres próximas.

Los datos de este trabajo indican que hasta 2024, la industria eólica podrá navegar viento en popa y a toda vela. Como habrá más viento, la producción podrá incrementarse hasta un 37%. Eso sí, cuidado con sembrarlo todo con molinos de viento porque lo mismo que vino, se fue. "La industria debería de planificar posibles altibajos", advierten. También, añaden, habrá que contar con el efecto añadido del calentamiento global. Planificar el futuro es lo que pide en "The Conversation" Claudia Vickers, directora de la Plataforma de Ciencias Futuras del CSIRO, el organismo de investigación científica de referencia en Australia. Vickers parte de una pregunta clave: ¿cómo alimentaremos a los casi 10.000 millones de seres humanos que seremos en 2050? Solo tenemos un planeta, con tierras ya degradadas por la agricultura y sometido a la presión del cambio climático.

Vickers no lo duda: los humanos tenemos que tomar las riendas de la evolución y, con la tecnología genética de vanguardia, empezar a crear nuevos organismos biológicos sintéticos. Ya no podemos esperar, dice, a que la evolución encuentre, después de generaciones y generaciones, la solución que necesitamos para seguir comiendo, viviendo. Pone un ejemplo de lo que pretende generalizar: el SCIRO ya ha utilizado la biología sintética para producir alimentos para el ganado más ricos en energía, activando en tallos y hojas de algunas plantas los genes que producen más aceites vegetales, que pueden utilizarse como integrantes de piensos, biocombustibles o en la alimentación humana. Vickers sostiene que la evolución no siempre logra resultados óptimos y que, además, tarda años o milenios. El hombre, en cambio, añade, sí puede hacerlo en semanas o meses. Se verá.

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