El pasado 17 de noviembre, Alexandra García, arbitraba un partido de juveniles en el campo de la Herrera entre el equipo local, el juvenil A de la Unión Deportiva de San Lorenzo del Escorial, y el CUC de Collado Villalba. En la grada, padres y madres le gritaban: «Retrasada», «Hija de puta», «Zorra», «Vete a tu casa a fregar». Ella, centrada en el partido no los oía, pero su madre sí. Mercedes Nuño, concejala de Deportes en el Ayuntamiento de Galapagar por Ciudadanos, estaba viendo el partido y escuchando los insultos que increpaban a su hija. Algo tan natural como pitar un partido de fútbol, se convierte en una vejación cuando la que arbitra es una mujer. ¿Por qué? Como ella dice, a un árbitro, nadie le dice: «Vete a fregar». Esto es lo que soportan muchas chicas que deciden libremente ser árbitras; también es lo que tienen que aguantar sus familiares y amigos. A la violencia verbal tan habitual en el fútbol, se le suma el machismo y la discriminación. Intolerable y vergonzoso.

Ese mismo fin de semana del 16 y 17 de noviembre, las jugadoras de fútbol de Primera División hicieron huelga y no se jugó ningún partido. Casi 200 jugadoras se plantaron con una medida de protesta para desbloquear las negociaciones de cara a la firma del convenio colectivo. Piden poder quedarse embarazadas sin que les penalice en su carrera deportiva. Un ejemplo, la ciclista Leire Olaberria está en juicio contra la federación. Prescindieron de ella por decisión técnica justo después de haber sido madre. Una mujer que ha sido medallista olímpica. Otro punto conflictivo es el de la parcialidad. Esta parcialidad no existe en el fútbol masculino porque ellos no tienen contratos a media jornada. Ellas piden un salario mínimo de 16.000 ?, 12.000 ? cuando es un contrato parcial y también se está negociando un protocolo de maternidad. Sólo Antoine Griezmann y Andrés Iniesta les han mostrado públicamente su apoyo, honrosas excepciones. Ellas han conseguido el desbloqueo de las negociaciones y es posible que en diciembre se firme el convenio colectivo. En Europa, no existe un convenio colectivo para el fútbol femenino en ningún país. De nuevo, seremos pioneras. El fútbol femenino está cerca de lograr un hito. Queda todo lo demás, que no es poco.

Y siguiendo con el fútbol, seguro que les suena la polémica generada en torno a la celebración de la Supercopa de fútbol en Arabia Saudí. Este mes, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), presidida por Luis Rubiales anunciaba el evento. 120 millones a cambio de organizar en ese país la Supercopa durante los tres próximos años. Es cierto que otros eventos deportivos se organizan en ese país, pero la diferencia, como subraya Paloma del Río, premio Ondas 2019 y pionera del periodismo deportivo, es que «aquí, es la Federación Española de Fútbol la que ha llevado el evento a Arabia Saudí, donde se dan unas circunstancias contra los derechos humanos, de las mujeres, de los homosexuales o los inmigrantes, que todos conocemos». La Federación tenía encima de la mesa ofertas económicas similares de otros países, pero Rubiales ha ignorado a la UEFA que ha recomendado a sus 55 asociados que no jueguen en países donde no se respetan los derechos de las mujeres, ha ignorado al gobierno y ha ignorado a las mujeres y al colectivo LGTBI que también han expresado su descontento por la decisión. Hay algo más grave en todo eso, el ninguneo a las mujeres saudíes que están luchando con grandes dificultades para lograr avances en igualdad. Ellas, bajo la etiqueta #LaCintaBlanca han provocado, junto a organismos como Amnistía Internacional, la retirada del vídeo promocional publicado en Twitter por la agencia de Seguridad Estatal del gobierno saudí. En el vídeo, se describía el feminismo, la homosexualidad y el ateísmo como «ideas extremistas». Por si no lo saben, hay trece mujeres encarceladas desde mayo de 2018 por su trabajo a favor de los Derechos Humanos, especialmente en lo relativo a los derechos de las mujeres en el país.

Por qué no hemos hecho como Alemania, en la que el Presidente de la Federación Alemana de Fútbol, Fritz Keller, ha anunciado que no mandará a ningún equipo a «países donde los derechos de las mujeres estén discriminados porque los derechos de las mujeres, no son negociables». ¡Eso es un Presidente! Rubiales ha contestado a la polémica diciendo que la recaudación irá destinada al fútbol femenino y que ha conseguido del país anfitrión la garantía de que las mujeres españolas podrán acudir a los partidos sin discriminación alguna. Me temo que la contestación es aún más insultante que la decisión tomada. Los clubes, los jugadores, y hasta la afición, me atrevería a decir, son también en mayor o menor medida cómplices de la situación. Como dijo Manu Carreño en El Larguero, hace tiempo que el deporte dejó de ser sólo deporte; se llevan la Supercopa por dinero a un país en el que las mujeres pudieron ir por primera vez a un partido de fútbol el 18 de enero de 2018, separadas de los hombres. Quitémonos la careta y hablemos claro. Y yo, desde esta tribuna me pregunto: un deporte que no respeta la dignidad de las mujeres, ¿merece llamarse Deporte?