Teníamos en el Colegio Santo Domingo un viejo y magnífico profesor de matemáticas del antiguo bachillerato que, cuando nos sacaba a resolver un problema en la pizarra y nos quedábamos sin saber por dónde continuar, nos decía: «Pero, hombre... ¡si tienes la solución delante de las narices!». He recordado la anécdota tras escuchar la intervención de Rafael Martínez Campillo en la reunión celebrada hace unos días en la Casa Consistorial de Orihuela por el grupo de trabajo del Consell Valencià de Cultura, para abordar el importante asunto de «La cultura como elemento de progreso en la comarca de la Vega Baja», justo un día después de la jornada técnica que lanzaba el Plan RenHace Vega Baja. Dejó caer el abogado urbanista una cita a la Estrategia Territorial de la Comunidad Valenciana que dudo si caló suficientemente en el ánimo de los reunidos. Es por ello que me parece oportuno dedicar unas líneas a este instrumento, sin duda fundamental para el desarrollo de la Comunidad.

La Estrategia Territorial (Decreto 1/2011, de 13 de enero) se compone de veinticinco objetivos generales, cien metas con indicadores de cumplimiento, más de 1.500 proyectos de cambio en el territorio y un conjunto de principios directores y de criterios de planificación territorial que alcanzaron en su día un grado de consenso muy elevado. Precisamente en su directriz tres, se aborda la visión y objetivos generales de la Estrategia, entre los que figuran «Reducir al mínimo posible los efectos de los riesgos naturales e inducidos» y «Preparar el territorio para su adaptación y lucha contra el cambio climático». En otras de las directrices cita los espacios que integran la infraestructura verde de la Comunidad y se determinan como tales, entre otras, «las zonas que se encuentren sometidas a riesgo de inundación, de acuerdo con lo establecido al respecto en el Plan de Acción Territorial de carácter sectorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunidad Valenciana».

Pese a este nivel de previsión, visto lo visto, uno tiene la antigua impresión de que el papel es muy sufrido y lo aguanta todo. Pero, por otra parte, como ineludiblemente toca mirar al futuro, pienso que Jorge Olcina y Antonio Alonso -ese par de excelentes comisionados que ha nombrado Ximo Puig- disponen ya de un instrumento jurídico para empezar su hercúlea tarea. El mismo que estaba vigente desde hace ocho años y que entiendo debe servirles para demandar su cumplimiento. Ciertamente, cara al informe que habrán de elaborar los comisionados, existen en el decreto que comentamos otros objetivos perfectamente realizables, con un mínimo de voluntad política.

Me refiero -sin ánimo de ser exhaustivo- a contenidos tales como proteger y valorizar el paisaje como activo cultural, económico e identitario; gestionar de forma activa e integrada el patrimonio cultural; crear un entorno territorial favorable para la innovación y las actividades creativas; considerar el paisaje y el patrimonio natural y cultural como elementos diferenciadores de espacio y destinos turísticos; desarrollar proyectos demostrativos que sean transformadores del territorio y con impactos positivos en materia económica, ambiental y social; potenciar productos turísticos basados en la cooperación territorial y en la articulación de ofertas complementarias; y garantizar el suelo necesario para la implantación de actividades con fuerte contenido innovador.

Contempla también la Estrategia Territorial de la Comunidad Valenciana el fomento del crecimiento inteligente, la consolidación del conocimiento y la innovación como impulsores del desarrollo económico y social. Y, entre los espacios que integran la infraestructura verde de la Comunidad, se citan «las zonas que se encuentren sometidas a riesgo de inundación», además de promover la implantación de parques agrarios, entendidos como figuras que combinan de forma armónica los objetivos de rendimiento económico de la explotación con la preservación de los valores ambientales y paisajísticos. Incluso no falta una referencia al patrimonio hidráulico vinculado a la gestión de las aguas superficiales y subterráneas como parte del sistema territorial del patrimonio cultural (salinas, molinos, norias?).

Tras entretenerme en la lectura de la siempre abstrusa prosa administrativa, he llegado a la conclusión de que, si realmente se quiere actuar de manera práctica e inmediata en el Plan RenHace Vega Baja, el documento que comentamos es la mejor manera de hacerlo. El mejor manual para pasar de los dichos a los hechos.