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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Del dogma a los jardines

Nueva zapatiesta por una obrita en torno al hijo de Dios y van... A finales de los setenta, el presi de Emi Films leyó el guion de La vida de Brian, se quedó patidifuso el buen hombre, calificó la icónica broma de «obscena & sacrílega», dijo que ni hablar del peluquín y fue George Harrison quien, por amistad con los Monty Python y porque le apetecía ver una película como esa, hipotecó su casa más un estudio de grabación y, para gozo de medio mundo, dio paso a la segunda parte del delicioso Here comes the sun/Aquí viene el sol.

Cuarenta años después, unos cachondos del país regentado por Bolsonaro han puesto en circulación La primera tentación de Cristo que no le llega ni a la suela de los zapatos a las andanzas del Frente Popular de Judea pero que ha hecho diana para sus propósitos al haberse acercado a la Navidad un comando de la Gran Familia Integrista lanzándole cócteles Molotov a la sede de la productora, lo que no hace más que incitar a tragarse la historieta. Los dardos blasfemos los centran en que se presenta a un Jesús homosexual y, sin embargo, apenas si señalan que su padre, no San José sino el verdadero, sale como un baboso tras la voluptuosidad de María. Hasta ahí podríamos llegar.

Descendiendo en el escalafón, dirección Roma, un brasileño con morfología distinta, Fernando Meirelles, timonel de Ciudad de Dios y El jardinero fiel entre otras criaturas, ha dispuesto en Los dos papas una clave sin Balbín en la que los pontífices sacan a relucir miradas divergentes del dogma, fe, vida y aficiones encarnados por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, que también son grandes actores aunque a distancia. Uno y otro, frente el espejo. El argentino junto a la comida de coco por el papel que jugó cerca de Videla y el alemán al confesar que tuvo delante el informe sobre los abusos a menores por parte del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, y si te vi no me acuerdo. Ficción aparte, hay que ver lo que aguanta esta iglesia, madre de Dios. Y los bautizados que se mantienen fieles, no digamos.

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