Hubo un tiempo no muy lejano en el que el nombre de Ortiz traía a mi memoria desayunos en familia, en la mesa de la cocina a esas horas en los que los rayos del sol entran tímidamente por los patios de las casas, o en la terraza inundada por el astro rey y aprovechada para lo mismo en esta terreta de clima envidiable en la que vivimos. Esas magdalenas Ortiz fabricadas en Denia por una familia que como tantas otras recaló en la provincia huyendo de la guerra de Argelia, hoy en día en manos de una multinacional. Incluso de meriendas de lujo con el exquisito bonito Ortiz, envasado en esas latas de color amarillo de múltiples formas y tamaños, que a veces mejorábamos con las aceitunas rellenas venidas de la ciudad del Serpis. Hoy pensar en Ortiz por desgracia no trae nada bueno ni a la memoria ni al presente. Pero les aseguro que no es nada personal. Su vida particular me trae al pairo, no me interesa. Lo único que me ocupa y preocupa de su apellido es su preeminente posición en el entramado herculano respecto al resto de alicantinos y aficionados. Es el dueño, por tanto el máximo responsable de todo lo que le acontezca al club blanquiazul. Hoy por hoy, no me importan sus vericuetos con la justicia, sus amistades en la política, sus confesiones de culpabilidad ante la fiscalía, su ganancias o pérdidas en sus numerosas empresas, dejé de escribir sobre ello hace tiempo empujado por los acontecimientos pero con agrado. Unicamente me interesa su persona como máximo accionista del Hércules SAD.

Y en ese terreno todo lo que no es nada personal, se convierte en crítica negativa hacia una gestión nefasta, y a 20 de años de sufrimiento personal pero compartido con la gran mayoría de la familia herculana, que hoy está viviendo los más trágicos días de su centenaria historia. Como tampoco hay nada personal hacia el actual presidente Carlos Parodi, en absoluto Oti, pero no puedo dejar pasar una gestión presidencial sin altura ni méritos en la que únicamente responde a la voz de su amo, de quien lo ha puesto para evitarse estar en primera línea. Quien ostenta un cargo público de relevancia en una comunidad lleva en el mismo la aceptación de la crítica, análisis, juicio u opinión aún cuando estas sean negativas y continuas, más aún cuando la institución a la que representa lleva lustros en el caos, y acercándose a su centenario esta al borde de un abismo al que nadie ve el fin.

No es nada personal, señor Ortiz, pero una vez más váyase. Con usted cualquier solución es inviable, a usted le importa un comino el Hércules, de lo contrario estaría al frente de la nave ocupando el cargo de presidente para tratar de evitar el naufragio, y como buen capitán abandonaría el barco el último, no como viene haciendo parapetándose tras otros, para escapar en el primer bote que se arríe. Los números son ominosos, en posición de descenso a la cuarta categoría del fútbol patrio finalizada la primera vuelta, tras haber empatado en casa con el equipo de Ejea de los Caballeros, una población aragonesa de 16.000 habitantes y dos años en la división de bronce como mayor logro en su historial, y en espera de recibir al Prat, con cuatro apariciones en la Segunda B, clubes con los que hoy en día nos jugamos las habichuelas. No es nada personal, pero insisto váyase señor Ortiz, o al menos dé la cara.