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Periodismo imperativo

Algunas nuevas prácticas periodísticas esconden un desprecio al lector

Alberto Otaño, añorado redactor jefe del histórico "Diario 16", enseñó a toda una generación de periodistas lo que no se enseñaba, ni se enseña, en las facultades. Sus aforismos resuenan hoy como una llamada de atención. "Eso no lo entiende el de la cazalla", referido al obrero madrugador que compartía el periódico con el sol y sombra. "Piensa en tu madre cuando escribas", aduciendo que si algo no interesa ni a tu madre, es que tu texto no es interesante. "No me cuentes cuentos", para indicar al principiante que fuera al grano y evitara la literatura barata. "Lo que tú opines al lector le importa una mierda, ahórraselo", en un intento de mostrar los hechos limpios de polvo y paja. Las enseñanzas de Otaño no tienen cabida en el periodismo de hoy. En los 80, Otaño ya representaba a la generación anterior, pero influyó decisivamente en los jóvenes de aquel momento.

Hoy, los maestros sénior parecen haber desparecido de las redacciones. Han sido barridos por los SEO (Search Engine Optimization, el nuevo arte de posicionamiento en buscadores). Dicen que el periodismo que enseñaba Otaño es hoy "legacy press", o prensa tradicional y viejuna, y que no sirve para los nuevos retos de esta profesión en crisis. Si Otaño levantara la cabeza -desapareció prematuramente en 2004 con solo 60 años- no reconocería nuestros periódicos, y muy especialmente los digitales. A Otaño, tan obsesionado con tratar con respeto al lector, le chocaría -como nos choca a sus herederos- lo que podemos llamar el "periodismo imperativo". Es decir, que el periodista se dirige al lector como si fuera un sargento chusquero: "Los diez libros que tienes que leer", y no lo dice precisamente Harold Bloom. "Disfruta en Navidad, pero sin excesos", y no es el consejo de un internista. O "Di adiós al plástico", y no es palabra de Greta. Sostenía Otaño que una noticia que puede ser, y aún no lo es, sólo se podría publicar en el horóscopo. De ahí que prohibiera de forma estricta el uso del condicional (o potencial simple, o pos-pretérito o futuro hipotético), esos "podría" o "sería", que ahora invaden nuestras páginas digitales. En la misma línea, el profesor Miguel Ángel Jimeno publica a diario en Twitter, cada titular de ese tipo que se tropieza.

Por ejemplo: "Neymar podría perderse el primer partido del año", a lo que Jimeno añade: "O no". Es decir noticas proféticas, que pueden ser o no ser. El mismo profesor difunde otra epidemia en los titulares: los paréntesis. "Así fue la (fácil) goleada del Madrid al Getafe". O sea, "Fácil goleada del Madrid€" Otaño tenía prohibido el abuso de signos de puntuación: paréntesis, puntos suspensivos, admiraciones y, por supuesto, las hoy omnipresentes interrogaciones. Los signos de puntuación no son emoticonos "¿Tendrá que vender Villar Mir su Rolls Royce para salvarse de la ruina?" Una noticia nunca es una pregunta, sino una respuesta. Bien está que un titular sea intrigante y sugestivo, pero nunca una cuestión. Un hecho cuestionado no es real y, por tanto, tampoco es noticia. La práctica de los signos de interrogación en los titulares procede de la más detestable prensa amarilla que vivió su esplendor a fínales del XIX y principios del XX. No es de extrañar que en España ya no exista -o se haya transformado en digital- y en el mundo solo queden clásicos como "The Sun" o "Biltz".

El periodismo que apela -tal vez como la propia sociedad- al sentimiento y no a la razón tiene un nombre: sensacionalismo. Hay que evolucionar con los tiempos, no cabe duda, pero no a cualquier precio. Nos dicen que hay que digitalizar el papel, cuando probablemente lo que habría que hacer es empapelar el digital. Llevar a la web las esencias del papel y no embadurnar las páginas impresas con ocurrencias simplonas de red social. Claro que antes, eso sí, tendríamos que consultar al SEO. Por si acaso.

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