El general cartaginés Aníbal, tras realizar la casi imposible tarea de cruzar los Alpes con un gran ejército en su guerra contra Roma, confió a unos guías del lugar la dirección de sus tropas. Al parecer, estos confundieron «Canusium» con «Casilinum», dirigiendo al ejercito cartaginés a un valle donde se encontraba lo mejor de las tropas romanas. Al darse cuenta de la trampa en la que le habían metido, dio la orden de que crucificaran a los guías, por mucho que estos se disculparon. A pesar de encontrarse en aquella situación de desventaja, Aníbal puso en juego todo su genio táctico para poder salir victorioso. Es probable que pensara que no iba a permitir que sus hazañas quedaran borradas de los libros de historia por un error de traducción.

El lenguaje humano genera muchas ambigüedades que pueden dificultar que las personas se entiendan. Obviamente, el problema se agrava cuando el idioma que se utiliza para transmitir los conocimientos no es bien conocido por el receptor del mensaje. Si aplicáramos un pragmatismo brutal al estudio de las lenguas, podríamos llegar a la conclusión que no es necesario aprender ninguna que no te permita incrementar el número de personas con las que te puedes comunicar satisfactoriamente. Obviamente, las lenguas son cultura y la cultura no se debe perder, tampoco debemos caer en soflamas ideológicas para defender lo indefendible.

El proceso de inmersión lingüística en valenciano ha sido llevado a cabo por los gobiernos del Partidos Socialista y Popular durante muchos años en el gobierno. Ha sido un proceso lento, inexorable pero también con ciertos límites definidos por el sentido común.

Para algunas personas, como es mi caso, mejorar mis conocimientos de valenciano ha sido sencillo debido a que era la lengua que se hablaba en el hogar, con los amigos y menos en el colegio. Pero, si la Comunidad Valenciana es muy heterogénea en cuanto al uso y conocimiento del valenciano, no menos ocurre con nuestra provincia de Alicante. No podemos comparar las Marinas, o el Alcoià con la Vega Baja o algunas zonas del Vinalopó. Es curioso que esos límites se habían respetado y los sucesivos gobiernos habían gestionado una implantación bastante «light» de la enseñanza del valenciano, esperando que la obligación de tener ciertos certificados de conocimientos de este para obtener un trabajo en la Administración Pública hiciera el resto. Si a esto le sumamos las «noticias falsas» de « Franco prohibió el valenciano» o «Aprender otra lengua te facilita el aprendizaje de otras» o también «El castellano se aprende solo», algunos dirigentes pensaron que todo era cuestión de tiempo.

Pero con la llegada de Compromís al gobierno de la educación en la Comunidad Valenciana, todo se ha precipitado. Los sucesivos y fracasados decretos sobre la inmersión lingüística ya no entienden de fronteras en la Comunidad. Y desgraciadamente, se ha desatado la guerra de la lengua otra vez.

Para mí es terrible, hay multitud de problemas en la educación que habría que resolver, los barracones, los malos resultados en pruebas externas, la falta de preparación de los egresados y muchas más. Es curioso que desde el Botànic se lancen ideas novedosas acerca de incorporar contenidos de inteligencia artificial o nuevas tecnologías a los currículos de estudio que pueden quedar sepultados por esta absurda guerra lingüística. Es evidente que si las matemáticas son difíciles de entender si te las explican en tu lengua materna, mucho más lo serán si lo hacen en otra, y más todavía si no se dispone de los profesores preparados para hacerlo.

Visto la confección del Gobierno de Sánchez y las de sus predecesores, cada vez me quedo con la sensación de que los valencianos no tenemos que esperar mucha ayuda de fuera y debemos ser los que solucionemos nuestros problemas. Pongámonos a trabajar en lo importante de la educación y tratemos de resolver más adelante todas las cosas que nos dificulten avanzar en esa línea. Respetemos los deseos de los padres acerca de la lengua vehicular y trabajemos para que esa libertad sea real. Y que a nuestros jóvenes no les ocurra como a Aníbal, que un pequeño error lingüístico les pueda impedir una gesta, aunque esta gesta sea aprobar con buena nota la Prueba de Acceso a la Universidad, o que al menos no los crucifiquen por no entender algo.