Es verdad que el nuevo Gobierno solo lleva días pero es que, oyendo lo que se ha oído, pareciera que, al día siguiente, España se iba a romper en mil pedazos ante un ejecutivo compuesto por, decían, lo peor de cada casa y que esto no habría quién lo aguantara. No sólo no ha pasado nada de eso, sino que se han comprometido a gobernar con ganas de afrontar los problemas pendientes que tiene este país, desde hace años, y desde una perspectiva socialmente más avanzada y justa.

No es pedir mucho que se les deje gobernar y desempeñar los cargos para los que han sido elegidos. Acceden al Gobierno con toda la legitimidad democrática. Y su presidente, Pedro Sánchez, fue propuesto para ello por el propio Rey. La crítica es legítima y necesaria, pero de ahí a la descalificación o, peor aún, lo que se ha oído de llamadas a la interrupción, por la fuerza, de la formación y trabajo del nuevo Gobierno debe haber un abismo. En democracia, el poder se gana o se pierde con los votos, nada más ni nada menos.

Que el Congreso está muy fragmentado y la gobernabilidad será difícil es evidente. Pero es el resultado electoral y hay que respetarlo. Por eso se ha llegado a un Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos. El primero en esta democracia y es esperanzador. Tiene muchos retos pendientes. Es una lástima que no se pudiera conseguir tras las elecciones del 28 de abril. Todo hubiera sido más fácil para las fuerzas progresistas. Habrá que hacer equilibrios para gobernar y consensuar mucho los temas. Eso garantiza dialogar entre todos, los que quieran dialogar lógicamente. Y será bueno para el país. Precisamente muchos de los males que hemos tenido han venido de decisiones que tomaban gobiernos con amplias mayorías absolutas, que hacían y deshacían a su antojo. Y eso ha pasado con el PSOE y con el PP. Y España ha aguantado a esos gobiernos, de los que algún vicepresidente aún está en la cárcel por delitos económicos, con lo formal que parecía, por no hablar de otros que han hecho mucho daño a esta sociedad y se han ido de rositas, dejándonos los problemas a los demás.

Que la primera decisión que han tomado sea la de la subida de las pensiones del 0,90% es indicativa del nuevo talante, así como del compromiso de garantizar su poder adquisitivo. La prevista subida salarial al funcionariado, así como la del SMI, también supondrá cumplir temas pendientes y necesarios. El Gobierno reúne capacidad técnica y política para afrontar decisiones. Es importante que empiece a gestionar y resolver problemas enquistados. El anuncio de la creación de un «ingreso mínimo vital contra la pobreza» es un interesante compromiso para evitar la exclusión social de tantos españoles actualmente. El priorizar la lucha contra el cambio climático, por el feminismo, la igualdad, mayor empleo y de más calidad, los servicios sociales, la educación, sanidad, dependencia, etc., así como una reforma fiscal más justa, derogar la Ley Mordaza o la reforma laboral, son retos que se han marcado y que debemos recordarles constantemente, como bien ha declarado Pablo Iglesias.

Y hay que evitar errores. Probablemente Dolores Delgado sea una estupenda fiscal, pero no parece lo más adecuado nombrarla como se ha nombrado. Bastante politizada y desprestigiada está la Justicia para que esta sea la mejor propuesta, por muy legal que sea.

Y un tema que es imprescindible resolver es el de la financiación autonómica. Es un melón peliagudo que hay que abrir. No podemos seguir así. El País Valenciano es la Comunidad más perjudicada por el actual sistema, que está caducado desde hace cinco años. El dinero que nos corresponde no nos llega. El Consell tiene, fundamentalmente por esta causa, una situación crítica: Al 30-9-19 la deuda valenciana ascendía a 47.877 millones de euros y subiendo cada trimestre. Y, de ellos, 40.660 millones se le deben al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). O sea, son préstamos del Estado que se nos hacen para poder seguir funcionando. Una situación que hipoteca cualquier funcionamiento normal. Y que nos afecta a todos. Es verdad que más a unos que a otros. Cuánto más lejos de València, peor. Y Elx está un poco lejos. Y, por muchas declaraciones que se hagan sobre próximos proyectos, y mira que se hacen, estos tardan demasiado en hacerse realidad. Habrá que pensar que, alguna vez, habrá que ponerse más reivindicativo en vez de tan comprensivo en vista del poco éxito obtenido.

Y, ahora, que tienen que hacerse los Presupuestos Generales del Estado y disponemos de representantes en Madrid, a ver si se nota su capacidad para recordar lo que tenemos pendiente para que nos lo incluyan allí y, sobre todo, para que lo hagan.