Nunca he querido entrar en este asunto porque, entre otras cosas, me pongo taquicardico -soy muy visceral- y me sube el «asucal», lo que no es bueno para un diabético. Tampoco es bueno lo que me pasó no hace mucho, cuando quedé a comer con unos amigos y -¡cágate lorito!- «me se olvidaron las agujas» para «puncharme» la insulina antes de dar cuenta de las viandas que nos ponía Chaima. El caso es que, aunque «me se suba el asucal», no puedo hacer oídos sordos al clamor que recorre -como un reguero de pólvora, en plan denuncia reivindicativa- «toa» la Vega Baja, comarca castellanoparlante que no quiere que le impongan nada -por cojones-, aunque hay quien dice -por ejemplo el alcalde covero de Rafal, Manolo Pineda- que no hay que rasgarse las vestiduras y que no nos saldrán sarpullidos por hablar valenciano. ¡No sé, no sé!

A lo mejor, Manolo -permíteme que te tutee, por aquello de que somos paisanos, de Cox-, no nos salen sarpullidos por hablar la lengua del Tirant lo Blanc ( Joanot Martorell) -hay quien dice que es una novela de caballería al más puro estilo de El Quijote cervantino-, ni si leemos a Vicent Andrès Estellès o si escuchamos a Al Tall, Raimon o Lluis Llach, pero sí nos saldrían sarpullidos, eccemas, orzuelos, herpes labiales, hongos en las partes pudendas, almorranas y no sé cuántas cosas más por la imposición que se nos quiere hacer a los «vegabajeros» desde el Cap i Casal. ¡Alcalde, lo he dicho en valenciano y no me ha pasado nada! ¡Sigo vivo! No quiero dar la impresión de que critico la política lingüística de Vicent Marzà -nada que ver con el director del colegio de la pedanía oriolana de Hurchillo, aunque se apelliden igual y ambos sean de Castellón-, ni que defiendo a los críticos con lo dispuesto por el representante de Compromís en el gobierno del Botanic. ¡Dios me libre! ¿Quién soy yo para meterme en camisas de once varas? Ya lo decían en el mayo francés, «laissez faire, laissez paseer».

Lo que defiendo es que se deje a los padres que decidan/decidamos lo que crean/creamos mejor para nuestros hijos y nietos y la educación que queremos para ellos. Pero, eso sí, que luego no se discrimine a los chavales que no hayan querido hablar la lengua de Quino I de Morella, porque ellos, igual que el Molt Honorable, también son valencianos. ¡Eso es lo que defiendo y eso es lo que parecen pasarse por el arco del triunfo quienes no conocen la realidad, social y lingüística, de una comarca que, poco a poco, se siente más aislada/arrinconada, más lejos de València, pese a su demostrada/declarada valencianía. Recuerdo que en los albores de una democracia que nos ha llevado a tener un gobierno autonómico compuesto por gentes de distinto pelaje/diferentes tribus y que rara vez mira al sur, pese a que el sur -como Teruel- también existe, destacó la figura de Joan Lerma (PSOE), que dijo que la Valenciana -entonces País Valenciano- iba desde Vinaroz a Guardamar. Ni en esa época se hizo una política lingüística tan radical como la que se está haciendo ahora. Y recuerdo que los «vegabajeros» arrancaban los nombres de sus pueblos rotulados en valenciano (los empleados del Consell colocaban por la mañana los carteles en valenciano y por la noche eran retirados por los ciudadanos).

Por ejemplo, Orihuela era Oriola; Redován sólo perdía la «n» final para convertirse en Redovà o Bigastro simplemente se convertía en Begastri. ¡Menos mal que mi pueblo natal, y el de Pineda, no cambió, era Cox y siguió siéndolo!. ¡Fijaos si el valenciano es rico que balonmano, se dice «hándbol», en inglés! ¡Manda huevos! Parece -¡y digo parece!- que desde el Botanic se pretende desempolvar las dos valencías, la de los que hablan valenciano y la de los que quieren hablar su lengua -que está recogida en más un diccionario vegabajero-, pero sin renunciar a «sus hermanos del norte». ¡En la Vega Baja hablamos la lengua de Cervantes, Cela, Neruda o Miguel Hernández! ¡Por «sierto», nunca tuve una novia de Benicarló y, por mi trabajo, viajé por toda la Comunitat hablando castellano! ¡Todos me entendían!. ¡Creo que el bueno de Pineda tuvo un acceso de incontinencia verbal, pero seguirá defendiendo la Ley Marzà, que es de Compromis, partido coaligado con Más País de Errejón, ex Podemos! ¡No pasa res; parlarem la llengua de Blasco Ibáñez, pero en la intimitat, com va dir José María Aznar quand negociava amb Jordi Pujol!