Cada 28 de enero celebramos la onomástica de Santo Tomás de Aquino, Patrón de las Universidad, una buena excusa para reflexionar sobre la Ciencia, la investigación o la transferencia de conocimiento. Lo vengo haciendo a lo largo de los últimos 7 años. Unas veces sobre nuestros mejores embajadores de la ciencia, otras veces, por avances sociales en materia de igualdad. Y en años como este, por ambas cosas.

Hace casi 5 años dediqué palabras de reconocimiento a Francis Mojica, nuestro héroe discreto, como me gusta cariñosamente referirme a él, en alusión, por una parte, al artículo de Eric Lander, que fue revulsivo en el reconocimiento del descubrimiento de nuestro ilustre compañero y, por otra parte, al carácter amable, sencillo y entrañable que acompaña a su personalidad. En siete años, Francis ha obtenido los más prestigiosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales. Es por tanto una alegría inmensa que la Universidad de Alicante cierre su 40 aniversario otorgándole la más alta distinción: la Medalla de Oro de la Universidad de Alicante. Una feliz coincidencia con la medalla HS Raper otorgada al Lluis Montoliu, científico del CSIC, por la International Federation of Pigment Cell Societies (IFPCS). Lluis, trabaja con la técnica CRISPR y ha sido uno de los investigadores más cercanos y admiradores de Francis. Es además un investigador extraordinario en su labor de divulgación científica y compromiso con la Bioética. Lluis también fue un regalo de Francis para la Universidad de Alicante.

Asimismo, hablé en 2016 de la mujer en la Ciencia con ocasión del Doctorado Honoris Causa que le concedió nuestra Universidad a María Blasco. En esta ocasión, se concede el premio Igualdad a María Tersa Fernández de la Vega. El premio Igualdad es un reconocimiento anual aprobado por el Consejo de Gobierno a propuesta este año del Consejo Social de la UA y ratificado por la Unidad de Igualdad. No hace falta que recuerde los extraordinarios méritos de María Teresa en el ámbito jurídico y político, pero sí quisiera recordar la dedicación a su proyecto más querido y emblemático: la Fundación Mujeres por África, cuyo principal objetivo es contribuir al desarrollo del continente africano a través del acompañamiento a sus mujeres. En el caso de la Universidad, los convenios suscritos con la Fundación, han permitido a mujeres africanas cursar programas de doctorado y desarrollar proyectos de investigación en nuestro Campus con una clara apuesta por el futuro. Futuro para las mujeres, y futuro mejor para la propia universidad.

Pero para asegurar el futuro de nuestra institución es necesario tener en cuenta algunas cuestiones básicas. Una de ellas, sobre la que he reflexionado muchas veces, tiene que ver con la financiación de las Universidades y el gasto justo. La Constitución española reconoce autonomía política a las Comunidades Autónomas y a las Entidades Locales. La Constitución garantiza Autonomía financiera a las Comunidades Autónomas, y suficiencia financiera a las Entidades Locales. ¿Qué nos garantiza la Constitución a las Universidades cuándo reconoce nuestra autonomía? ¿sólo la autonomía de gestión y académica? Yo creo que no. La Constitución nos reconoce , además obviamente de la libertad de cátedra, una financiación justa que nos permita asumir los fines que también protege el texto constitucional: la educación superior y la investigación.

En este sentido, nuestras autoridades estatales y autonómicas deben asegurar, tal como se reivindica desde hace años, una nueva Ley de Universidades que atienda cuestiones básicas como la financiación estable de la investigación y que permita establecer un suelo presupuestario garantizado a través de un Pacto de Estado o un Pacto autonómico por la Ciencia. Esa financiación asegurará una renovación de las plantillas, reteniendo y captando talento, mejorando la perspectiva de los jóvenes investigadores, que también en un día como el de Santo Tomás, reciben los Premios extraordinarios de Doctorado.

Porque finalmente esa financiación se obtiene de un sistema tributario que la Constitución exige justo. Una contribución pública, de todos: los ciudadanos, las familias, las empresas, que confían en la Universidad la formación de sus jóvenes como principal herramienta generadora de igualdad de oportunidades y en trampolín hacia la carrera profesional de los chicos y chicas que dedican sus esfuerzos durante muchos años en formarse para ese futuro que tenemos la obligación de asegurar.

40 años no es nada y es mucho, toda una vida para la Universidad de Alicante. Hemos transitado entre dos siglos y hemos asistido a una serie de cambios tecnológicos sociales y políticos vertiginosos. Todos hemos contribuido a que la Universidad de Alicante sea lo que hoy es. También los ciudadanos que la financian. Pero lo entrañable y el sentido cálido del recuerdo del pasado, no nos debe impedir ver el futuro. Una universidad del siglo XXI requiere normas adecuadas a las exigencias de este tiempo, que piensen en los retos de la humanidad en todas las esferas del conocimiento, que permita impulsar la investigación, que forme ciudadanos libres, autónomos, independientes, cultos y reflexivos. Necesitamos una Universidad que juegue su papel en materia de igualdad, puesto que se puede convertir en el mejor escenario para reflejar el potencial de la mujer en gestión, investigación y docencia. Muchos de estos retos requieren financiación, pero también hay otros que podrán afrontar los nuevos ministerios simplificando unos procedimientos farragosos y complejos que agotan en esfuerzos estériles para el cumplimiento de nuestros objetivos.

Hay quienes piensan que lo público no es de nadie, hay quienes pensamos que lo público es de todos. Nuestra Universidad es pública, el día de Santo Tomás es de todos. Felicitémonos por los 40 años de nuestra Universidad, por sus logros y éxitos científicos y académicos y afrontemos con ilusión un futuro que consolide lo logrado y nos guíe hacia nuevos horizontes.