Hasta hace unos años, con ocasión del día 8 de marzo, día de la mujer, se celebraban una serie de actividades que, teniendo como eje central la igualdad en materia de género, abarcaban diferentes aspectos relacionados con las mujeres. De esta manera, solíamos celebrar en la Universidad de Alicante, en el mes de marzo, una mesa redonda sobre "mujeres y Ciencia". No obstante, la dimensión social, política y jurídica de la igualdad de género, que se ha visto reforzada por lo que ya se llama la tercera revolución feminista, ha hecho que se debata, y con acierto, determinadas cuestiones sectoriales relacionadas con el logro de esa igualdad en determinados campos. A eso respondió que la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 2015, proclamara el 11 de febrero como el Día Internacional de la mujer y la niña en la Ciencia.

Este día se convierte en una jornada de una importancia capital para las universidades. La situación de las mujeres en la Ciencia nos preocupa, tanto respecto a las vocaciones científicas y tecnológicas que podamos despertar en las mujeres y las niñas, como respecto a las dificultades con las que se encuentran las mujeres en el desarrollo y promoción personal dentro de las carreras científicas. La primera cuestión que quisiera destacar a este respecto es que la investigación que se lleva a cabo en las Universidades y Centros de Investigación abarca diferentes campos: las Ciencias Experimentales y la Tecnología, por supuesto, pero también las Humanidades y las Ciencias Sociales y Jurídicas. Todas ellas son necesarias para el progreso de la Sociedad, todas ellas tienen su metodología y sus necesidades, pero en todas ellas hay mujeres que podríamos llamar investigadoras o científicas en un sentido amplio y que muchas veces sufren una doble invisibilidad: la de ser mujeres y la de ser excluidas cuando se habla de Ciencia. Por ello es importante incluir a todas las mujeres investigadoras en este día, sea cuál sea su campo de conocimiento.

Dicho esto, me voy a centrar en los dos principales problemas que he enunciado al principio: las vocaciones científicas de las mujeres y niñas, y el desarrollo de la carrera científica. O lo que podríamos denominar la segregación horizontal respecto a determinados estudios, y la segregación vertical para el acceso de las mujeres a las posiciones de liderazgo y promoción profesional.

Respecto a la primera cuestión, hay que reconocer que es mucho más preocupante la situación de las mujeres en las llamadas carreras STEM: Ciencia (Science), Tecnología (Technology,) Ingeniería (Engineering) y Matemáticas (Mathematics). Según el último Informe de la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia, "Científicas en cifras", se percibe una infrarrepresentación de mujeres investigadoras, con sólo un 24% en Ingeniería y Tecnología, seguida de Ciencias naturales que se encuentra en un 34%. Obviamente hay menos investigadoras porque también son menos las estudiantes de Grado y Máster en estas titulaciones. La razón exacta la desconocemos. Habrá quien piense que no es más que una cuestión de gustos, ya que las mujeres, como los hombres, son libres para elegir las carreras que más les agraden, y en principio no existen barreras de acceso a ninguna de ellas. Tampoco sabemos si el menor gusto de las mujeres por estas carreras es producto de una decisión totalmente libre, o si está sesgada por desconocimiento de referentes y modelos en estos campos, o por los estereotipos de género de cada una de las profesiones. En cualquier caso, este problema puede acabar limitando el acceso de las mujeres a cargos de responsabilidad y de toma de decisiones en estos campos concretos, hecho especialmente importante si tenemos en cuenta la revolución tecnológica en la que estamos inmersos y los vertiginosos avances que están por venir y que van a revolucionar todos los campos del saber. Podría producirse pues una brecha digital y tecnológica, que debemos evitar a cualquier precio.

Respecto a la segregación vertical o techo de cristal, si bien vamos avanzando, el informe del Ministerio nos sigue ofreciendo las siguientes cifras: hay equilibrio de género, aunque con un escaso 41%, en el caso de las mujeres que son Investigadoras principales en los proyectos de investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, pero ese porcentaje desciende a un 25% en las áreas de Ingeniería y Tecnología. Sólo un 21% de las mujeres son catedráticas de Universidad. Y aunque se ha alcanzado el equilibrio de género en algunos puestos de gestión universitaria como es el caso de los vicerrectores y vicerrectoras, sigue persistiendo la segregación vertical en los cargos unipersonales de directores y directoras de Departamento, Decanos y Decanas de Facultad y Rectores y Rectoras. Es evidente que al ser muy pocas catedráticas es más difícil llegar a estos cargos, pero también conviene recordar que, para poder acceder a los mismos, además del requisito de ser catedrático o catedrática de universidad en el caso de los Rectorados, hay que pasar antes por un duro y complejo proceso electoral en las propias Facultades o en la Universidad en su conjunto, al que las investigadoras deben empezar desde ya mismo a optar sin ningún tipo de reticencia. Hasta la fecha, sólo nueve mujeres de 50 universidades han accedido al cargo de rectoras. No hace falta comentar esta cifra.

Por último, el desarrollo de la carrera investigadora y las condiciones de inestabilidad laboral, el estrés por publicar resultados, la ansiedad por no obtener financiación y la posible conciliación con la vida personal y familiar, han sido cuestiones denunciadas por los investigadores e investigadoras, que será necesario afrontar y solucionar de inmediato.

También podemos pensar que es una cuestión generacional y de tiempo, que es imparable el acceso de las mujeres a los puestos de Investigadoras principales, Directoras de Departamento, Decanas y Rectoras. Es verdad, el techo de cristal se está resquebrajando y es una cuestión de tiempo, pero al igual que sucede con la lucha frente a una enfermedad, a nadie le consuela que se encuentre la cura cuando ya no haya remedio.

Confiamos y deseamos que las niñas y las mujeres científicas celebren algún día el 11 de febrero, como el día en que sólo se conmemore el haber conseguido una Ciencia inclusiva e igualitaria.