Sólo en un club en estado de excepción permanente como el Hércules pasan estas cosas. El entrenador Vicente Mir ha sido despedido este martes, un día después de ser ratificado por la entidad hasta el próximo domingo. De modo que el técnico que perdió en Orihuela ante un rival directo por la salvación sí era válido el lunes para luchar por la permanencia, pero no al día siguiente. Es de locos el circo de tres pistas en el que se ha convertido el club, al que la amenaza del descenso a Tercera ha terminado por desquiciar.

En el fondo de este relevo de ida y vuelta de Mir subyace el "juego de tronos" en que se ha convertido la batalla en los despachos entre los empresarios Enrique Ortiz y Juan Carlos Ramírez con la figura intermedia del presidente Quique Hernández, que al final se ha impuesto al inversor vasco en su apuesta por relevar al preparador valenciano, que sólo ha sumado el 33% de los puntos desde que a mediados de diciembre sustituyó a Jesús Muñoz en el banquillo.

Ramírez, socio inversor de Ortiz, defendió a capa y espada la continuidad de su hombre de confianza Mir para buscar la salvación en las 14 finales que le quedan por delante al Hércules. Pero ni Quique Hernández, ni la plantilla, confiaban en un técnico permanentemente en la picota, que sólo ha ganado dos partidos de los nueve que ha dirigido al club blanquiazul en esta segunda etapa.

Ante la tesitura de de desairar al presidente y al socio de ocasión durante los últimos seis años, Ortiz ha optado por reforzar la figura de Quique Hernández, cuya apuesta por la renovación de las caducas estructuras de la entidad estaba en entredicho en este envite. No lo hizo en octubre de 2018 cuando renunció a la presidencia el exentrenador, pero sí lo ha hecho ahora, acuciado por el estado de emergencia que viven el club y su afición. Más allá de si pierde Ramírez o gana cualquier otro, lo decisivo en este punto es que el nuevo entrenador reflote al equipo para que el gran derrotado no siga siendo el Hércules.