Eutanasia: un nuevo derecho, al fin. La mayoría del Congreso aprobó tramitar la ley de eutanasia impulsada por el Grupo Socialista, tercer intento en los últimos años. 201 diputadas y diputados votaron a favor, 140 en contra (PP y Vox), y dos abstenciones. Diversas encuestas indican que entre el 60% y el 80% de la población apoya esta iniciativa. Las derechas se oponen recurriendo a una argumentación absurda: que el Estado se convertirá en una máquina de matar y que lo que se pretende es ahorrar recursos al sistema en el coste de la atención a mayores y enfermos crónicos. La opinión de las derechas a cambio de la eutanasia, generalizar los cuidados paliativos, algo que está vigente, ocultando que estos cuidados y la ayuda para morir sin dolor, son dos recursos diferentes, en circunstancias muy diferentes.

Se trata de un nuevo derecho y España se convertirá en un país pionero como lo fue al impulsar la ley en defensa de las mujeres y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Un nuevo derecho que podrán utilizar personas con enfermedades graves, irreversibles o invalidantes que producen un sufrimiento no soportable que atentan contra la integridad física, la dignidad y la intimidad. La decisión será tomada por la persona afectada de forma libre e informada, con la participación de médicos, atendiendo cada caso a través de un protocolo riguroso.

Este derecho se concreta después de muchas dificultades y mucha lucha contra la sinrazón y la absoluta falta de empatía con el sufrimiento de los demás. No es nada nuevo. En su momento -finales del siglo XIX- hasta la misma anestesia fue cuestionada, con el argumento de que «hijos del pecado» como somos, el sufrimiento debíamos padecerlo con resignación cristiana, judía y musulmana -en este asunto las tres religiones monoteístas coinciden-. Hace quince años una denuncia anónima acusaba al doctor Luis Montes y su equipo en el Hospital Severo Ochoa de Leganés de haber practicado 400 intervenciones ilegales precipitando la defunción de los pacientes. La Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, aprovechó la oportunidad sancionando a 15 profesionales del Hospital. Se produjo una gran movilización social y especialmente de las asociaciones que luchan por una muerte digna en defensa de estos profesionales, finalmente la Justicia determinó que eran inocentes. Este episodio que sucedió hace quince años evidencia lo que piensan las derechas. Se tuvo que recorrer un largo camino. Paso a paso. En 1986 la ley de sanidad reconoció el derecho del enfermo a negarse a recibir tratamientos que prolonguen de forma cruel e innecesaria la existencia; en 1995 se disminuyeron las penas por suicidio asistido y eutanasia. En 2001 se estrenó la película Mar adentro de Alejandro Amenábar, sobre la muerte de Ramón Sampedro, conmoviendo al conjunto de la sociedad.

Para los atenienses de la Grecia de Pericles eutanasia significaba la buena muerte. Albert Camus escribió que «lo que se llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para morir». Este nuevo derecho permitirá que las personas sean más libres beneficiando también a quienes se oponen a él y es obvio que ocurrirá lo mismo que sucedió con el divorcio -que se lo digan a Cascos, por ejemplo, o a Rato por nombrar solo dos de los «antidivorcistas» del PP, que se apresuraron a «descasarse» sin ninguna contradicción ideológica o moral- o con la interrupción voluntaria del embarazo, o con el matrimonio entre personas del mismo sexo -que se lo pregunten a Maroto, también del PP celebrando boda legal por todo lo alto en Vitoria a la que asistió la plana mayor de su partido encabezada por el entonces presidente de gobierno, Mariano Rajoy-. Estos nuevos derechos conquistados no son de obligado cumplimiento: nadie es obligado a divorciarse, abortar, casarse, ni a morir voluntaria y debidamente asistido, ayudado.