¡Hay que ver cuántas vueltas da la Historia! Lo mismito que una mula terca que se empeña en empujar la noria del tiempo haciendo que los hechos se repitan. Si en la película de Pedro Olea de 1975 (*) se nos ofrecía una visión tremenda y devastadora de nuestra posguerra en la que era evidente el poder omnímodo del Estado, nos encontramos ahora con un gobierno, más oclocrático que democrático que, disfrazado de legitimidad, no duda en pasar por encima del derecho fundamental de los padres a decidir qué contenidos morales quieren éstos para sus hijos, aunque para ello tengan quienes ostentan el poder (iba a decir “detentan”) que pasar por encima de la Constitución que han jurado o prometido.

“Decía Khalil Gibrán: “Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son hijos e hijas del anhelo de la Vida por sí misma”. Evidentemente, los hijos no son propiedad de los padres, aunque sean ellos lo que deban proveer a sus necesidades, pero tampoco lo son del Estado ni de ningún partido político por mesiánico que se crea. No se entiende cómo desde un sanísimo sentido común se permite a quien lo desee ausentarse de las clases de Religión Católica por atentar éstas contra su conciencia, pero se obligue a todos sin excepción a recibir una información que, se pongan como se pongan, puede herir la sensibilidad de muchos progenitores. Se dirá que soy un “fascista” por opinar de esta forma, que soy machista, xenófobo y homófobo, pero resulta que me siento profundamente democrático, que en mi trabajo estoy rodeado de mujeres a las que respeto y admiro por su valía, que buena parte de mis amigos y amigas más cercanos son homosexuales y “homosexualas”, que durante más de cuarenta años vengo haciendo voluntariado social, primero con la Cruz Roja y luego con Cáritas, y ahora dedico el poco tiempo libre que me queda a enseñar español a población inmigrante en un proyecto de mi parroquia; por tanto, cuidadín con las etiquetas facilonas e injustas.

Que no les quepa la menor duda, señores políticos, nadie está más interesado en la educación, el bienestar y el futuro de los niños que sus propios padres.

Juan Rubio López es educador.

* Pim, Pam, Pum... ¡Fuego! Dirigida por Pedro Olea