Permitidme que use el plural, pues estoy seguro que esta dedicatoria a Olivia nos representa y pertenece. Por supuesto, a todos los amigos que compartíamos tu ilusión en el grupo formado para salir a comer de vez en cuando y en el que, sin dudarlo un momento, te nombramos presidenta, no por honores, sino por tu alegría, entusiasmo y dedicación.

Eso es, dedicación. Siempre encontrando hueco para los demás, con naturalidad, espontáneamente y con afecto. Siempre tan sociable y activa.

Por supuesto, al colectivo universitario, del que has sido delegada del Consejo de Estudiantes, Representante de la Junta de Personal, varias veces elegida y miembro del Claustro Universitario. Sólo había que ver cómo te movías en el Campus, saludando, sonriendo, y dirigiéndote sin pausa al lugar adecuado. Dedicada a defender a tus compañeros, sin aspiración personal alguna, siempre luchadora. Carmen Cobela lo sabe bien.

Te encantaba tu trabajo de Comunicación Digital y Gestión del Conocimiento en el Servicio de Publicaciones, del que te sentías tan orgullosa e innovadora, a pesar del ascenso esperado que ya no llegará. Relacionándote con otras Universidades para compartir experiencias profesionales en la Revista y Digitalización. Pensando, hasta el mismo viernes que te ingresaron, en matricularte para aprender Inteligencia Artificial. Siempre para adelante. Qué difícil ser tan profesional.

Y, por supuesto, a todo el grupo Rotary del distrito 2203, de la que no siendo miembro, resultabas estandarte de su lema «Dar de sí antes de pensar en sí», dedicando toda tu generosidad y esfuerzo. Cómo te vamos a echar de menos.

Tenemos una sensación extraña: Sabemos que no estás, pero no lo interiorizamos, no nos lo creemos. Es imposible. Incluso estos momentos tan extraños que nos ocupan nos impiden despedirnos de ti, hacerte un homenaje, compartir el dolor.

Se apagaron tus ojos verdes, dejando huérfanos a tus hijos, Manuel y Marcos, con los que establecías una relación de amor, protección y libertad tan encomiable; a tus hermanos Manuel, Luz y Agustín, de los que estabas tan orgullosa y satisfecha por sus licenciaturas en Música, Veterinaria y Bellas Artes, como repetías siempre que encontrabas el momento; y a tu madre, siempre juntas, de la que llevas su nombre, tan altanera y orgullosa, Olivia, al haber sacado adelante a sus cuatro hijos sin casi recursos.

Ni con Luis, compañero del alma, que aunque no lo sepa todavía, le falta ya un pedazo de ser que le calmaba, centraba, sacaba lo mejor de su gallardía granaína, y con el que tenías muchos sueños de futuro juntos y un montón de queridos amigos.

Nos han arrancado tu sonrisa sencilla, la risa sincera, las lágrimas, sí también lágrimas, casi a escondidas (no te lo podías permitir de otra forma). Como si acurrucar así a los gatos, alguno casi salvaje, se pudiera impostar.

Podríamos indignarnos y revolver circunstancias; buscar razones y explicaciones. Quizás; tiempo habrá para ello.

Para ti, Olivia, ya no.

Nos quedamos sin tus tortillas de patatas (qué poco te gustaba la cocina y, sin embargo, qué poco tardabas en encontrar motivo y tiempo para una); nos quedamos sin tus arengas para reunirnos, tus propuestas de comidas y lugares, tu tiempo solapado para convertir un asueto en el mejor momento del mes. Sin tus ganas de bailar, tan contagiosas.

Y sin el brillo de tus ojos en Hogueras; siempre la primera en las mascletaes, todas, y en todas con tu sombrero de paja, gesto tan alicantino, como tú lo eras, de origen y corazón.

Ya no podremos verte en el cuadro que domina el salón de tu casa, y del que no querías.. bueno, nosotros lo sabemos.

Esperaremos y, cumpliendo el deseo que tus hijos nos han transmitido, reposaremos tus cenizas en el mar, en una urna de arena para no contaminar.