Desde hace una semana nos encontramos en Estado de Alarma. En este confinamiento en casa vemos cómo, por los derechos de todos y de todas, hemos dejado de lado, por unos días, los individuales. Este cambio, del pensamiento individualista al una visión colectiva y social es, a fin de cuentas, un ejercicio de no sólo salud democrática, que también, sino una suerte del destino necesaria que nos guía y nos muestra cómo hemos de hacer a futuro para conseguir superar los retos como sociedad a los que nos enfrentamos.
Plantear una lucha individualismo versus colectivismo ha sido uno de los triunfos, no el único, que ha conseguido el neoliberalismo más feroz y atroz, aquel que hizo que en 2007 cayeran los grandes bancos en una crisis económica que aún hoy coletea. El «sálvese quién pueda» en el que estábamos y estamos sumergidos no es lo correcto; y esta crisis del Covid nos va a mostrar como solo con la unión de todas y todos podremos con esta situación tan dramática que estamos viviendo. Actuando como sociedad.
Una vida vale mucho más que todo el dinero de un país. Así lo ha demostrado el gobierno de la nación al hacer posible la movilización del 20% del PIB para poder asumir los estragos que va a producir esta emergencia sanitaria que estamos viviendo. Todas las formaciones políticas tienen ahora la obligación de mantenerse del lado del gobierno. No es el momento de lanzar mensajes de crispación y preocupación a la población. No es momento tampoco para reprochar lo que se está haciendo bien o mal. Ahora es el momento en el que la responsabilidad y la cercanía ha de estar presente en todos los discursos.
Nos enfrentamos hoy a la crisis sanitaria más importante de nuestra historia. Abordémoslo con altura de miras e inteligencia política. Solo así podremos salvaguardar la integridad de las personas que conformamos nuestra sociedad. El dinero se recuperará. Las vidas humanas, por desgracia, no.
