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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

Faz divina, misericordia

El mundo se ha convertido en una gigantesca página de sucesos repleta de titulares, a cuál más horrible, que compiten entre sí. En esta era global de la comunicación sin fronteras ni minutero, esos mismos titulares caen arrojados en la pantalla del móvil salpicando sangre y espanto.

Hace poco, el mío hacía sonar el timbre un instante antes de incrustar un nuevo tormento con letra negra en el cristal y en mi cabeza: «El Ejército ha encontrado ancianos en residencias conviviendo con cadáveres». La serie de terror viene completa, no se salta un capítulo mientras el rastro que deja la muerte va alargándose sin permitir espacio para abrazos de consuelo.

Un poco antes, un diario digital argentino reproducía un vídeo de una paciente británica de 39 años entubada en la UCI de un hospital londinense. En un crudo relato que ella misma grabó con su teléfono describía su situación suplicando a quien la viera que se tomara en serio el virus y el confinamiento mientras jadeaba por la falta de aire con una cruel tos seca que provocaba dolor escuchándola. «Si alguien está pensando en arriesgarse, mírenme. Estoy en la Unidad de Cuidados Intensivos y no puedo respirar sin esto. Han tenido que coser eso en mi arteria, tengo una cánula, otra cánula y un catéter. Y en realidad, estoy diez veces mejor que cuando entré», explicó con detalle antes de sentenciar a modo de advertencia: «Si alguien todavía fuma, deje los cigarrillos porque les digo que van a necesitar de sus putos pulmones. Por favor, no se arriesgue porque si se pone muy mal, acabará aquí».

Entre el relato de tanto horror, en esa interminable página de sucesos esculpida por el rodillo de un imparable teletipo, se colaba otra nota con la precariedad más alarmante y vergonzosa, alineada debajo de otro destacado titular en la web de este periódico referido a los sanitarios de los hospitales de Alicante: «Mascarillas: una por semana a quien lo pida o hasta que se rompan».

Casi sin tiempo para pestañear ante tamaña barbaridad, un amigo médico, que acababa de leer lo mismo que yo, me escribe un mensaje rogando por su gremio: «Vamos a caer como moscas». El negro presagio se acompaña con cifras. Ya se alcanzan los cuatro mil contagiados en la plantilla sanitaria, puesta al límite en todo el país.

Fluye el deseo de ver aparecer a alguien desgañitándose mientras anuncia que atisba la curva dibujando el descenso de la plaga y de sus víctimas, pero eso no sale publicado en ningún lugar. Como añadido, en el inabarcable panel de desgracias se cuela alguna foto de unas carreteras desbordadas por la Vega Baja a causa de un aguacero desubicado que no entiende que ya no nos caben más desgracias. ¿Rogamos a la Santa Faz? La Peregrina ha sido aplazada. Faz Divina, misericordia.

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