Dedicado a los héroes del COVID-19

Se suele decir que las situaciones límite sacan lo mejor, pero también lo peor, de cada uno. Empezando por lo más general, el COVID-19 ha mostrado una vez más la indecencia de China, donde, junto a un capitalismo salvaje, se mezclan un control político férreo y una enorme indolencia en la inspección alimentaria. Tres de la últimas epidemias y pandemias proceden de ese país. Una vez en Europa, vuelve el norte contra el sur. El espíritu con el que nació la Unión Europea, la paz y la cooperación de las naciones, salta por los aires. Aunque no hay disparos, estamos en guerra y hay muertos, pero no se puede decir que estemos ante un enemigo común; más bien tenemos un enemigo poco común. Ante él no surge la unión, la Unión Europea, sino la mezquindad de acaparar sin necesidad productos sanitarios fabricados por el norte, negándoselos al sur e incluso culpando a éste de la voraz crisis sanitaria y económica. ¿Unión Europea, para qué? Es el lema del populismo que crece cada vez más en el norte y en el sur. El primer ministro portugués ha dado una lección de decencia que todos deberían aprender, empezando por nuestro presidente del Gobierno.

Indecencia también de una oposición, nacional y autonómica, que no pierde oportunidad de buscar rédito político en una situación crítica e inédita, de muy compleja gestión y de la que no hay una única Administración responsable, si se tiene en cuenta que están transferidas a las Comunidades Autónomas la sanidad y los servicios sociales, entre ellos la gestión pública y el control de todas las residencias de mayores. Tiempo habrá para la crítica.

La indecencia se agranda por el contraste. Frente a la inmensa mayoría de la población, que cumple con rectitud el confinamiento por el estado de alarma, una minoría insolidaria encuentra los más peregrinos subterfugios para saltarse la cuarentena. Mientras escasea el equipamiento sanitario, hay quienes se han dedicado a saquear los depósitos hospitalarios donde se almacenaban mascarillas, batas y guantes.

Hay muchos héroes en esta guerra, pero son los sanitarios los que merecidamente se llevan el mayor aplauso; evidentemente, dentro de ellos, más los que están más directamente en contacto con las personas portadoras del virus. Por ello, la mezquindad y la indecencia se hacen insoportables cuando estos héroes ven cómo algunos de sus compañeros de hospital, en activo antes del estado de alarma, buscan un informe de invalidez temporal para quedarse en su casa. Y lo grave es que, no se sabe por qué medios, probablemente delictivos, algunos lo consiguen. Una situación que recuerda al anterior estado de alarma, cuando los controladores aéreos para eludir sus obligaciones laborales se pusieron sospechosamente enfermos y alguien les concedió la baja médica.

Mientras esta ignominia se produce, se comienza a llamar al personal sanitario jubilado para que se incorpore de refuerzo al hospital. Algo tendrá que hacer la Administración para verificar tan repentina invalidez de los cobardes, porque, si no pone remedio, cuando esto termine el regreso de los desertores puede acabar en urgencias y yo daré mi último aplauso a los héroes supervivientes.

Washington, tenemos un problema