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Toni Cabot

Postales del coronavirus

Toni Cabot

La otra lección del virus

La viñeta de Andrea Cabrera en @Corilustrat que pueden ver aquí abajo pone letra y vida a la otra cara de esta etapa. Dos osos polares, posados sobre dos islotes a punto de unirse en la Antártida, se acercan empujados por el efecto contrario al deshielo mientras entablan conversación. «Ya era hora de que los humanos dejaran de derretir el hielo», arranca uno. Dado que no hay mal que por bien no venga, extraigamos cierta dosis de alivio por el parón de la actividad en el planeta, que ha beneficiado al medio ambiente. Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, no alberga dudas: «Está siendo como una vuelta a la naturaleza». Para el geógrafo alicantino los efectos responden a una advertencia. «Es una llamada de la naturaleza, que expresa que no podíamos seguir destruyéndola y contaminándola como hasta ahora».

La sentencia de Olcina aporta, como no podía ser de otra forma, un dato científico y concreto: La calidad del aire ha mejorado sus valores en un 70 por cien respecto a principio del pasado mes de marzo. Y hay más: «La calidad del agua en ríos y mares ha mejorado enormemente, hemos vuelto a escuchar a los pájaros en las ciudades y a ver animales salvajes por algunas calles».

El cierre de las fábricas, la ausencia de automóviles circulando, el brusco parón de las actividades encuentra, paradójicamente, un gran beneficiado: el medio ambiente.

A lo largo y ancho del planeta las aguas están más limpias y los cielos más claros, en definitiva, hay menos contaminación, efecto secundario positivo en esta crisis sanitaria.

El dato aportado por Olcina acerca de la calidad del aire se hizo visible desde el principio en las grandes capitales del país. En Barcelona, las concentraciones de dióxido de carbono se redujeron a la mitad tras solo tres días de confinamiento. En Madrid, a la semana, la calidad del aire entraba en la categoría de «muy bueno». De igual forma, los científicos coinciden en que la lucha contra el coronavirus ha transformado radicalmente el aire que respiran los chinos.

Tras pisar el freno, la naturaleza ha recuperado terreno perdido. Tampoco es que, como reflejan las redes sociales, ahora los delfines saltan todos los días alegremente bordeando Ifach o los cisnes campan por Venecia, aunque sus canales hayan recuperado el color. Pero sí es cierto que algo ha cambiado en poco más de un mes. La miga, es decir, lo realmente interesante sería que este respiro medioambiental no se quedara en un corto paréntesis.

Desde el punto de vista climático, dada la conciencia global expuesta para la lucha contra un enemigo común, resultaría providencial también aunar esfuerzos para concienciar de la necesidad de cuidar el planeta.

Hace unos días escuché a un experto convencido de que el periodo de confinamiento puede llevar a la gente a la conclusión de que es necesario repensar el modelo de vida actual. Y convencido también de que la comunidad científica y los gobernantes extremarán medidas para frenar la crisis medioambiental empujados por esta experiencia. Bien pensado, ahora no recuerdo bien si lo escuché o estaba soñando.

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